SUBIR AL MONTE Y EDIFICAR EL TEMPLO

SUBIR AL MONTE Y EDIFICAR EL TEMPLO

Quiero empezar este artículo dando un pequeño contexto del pasaje que acabamos de leer. El profeta Hageo profetizó en los tiempos en los que los hijos de Israel regresaron de la deportación de Babilonia, después de setenta años. Cuando los israelitas regresaron a su tierra, toda la nación, incluido el templo, estaba en una total ruina. La mayoría del pueblo volcó su mirada a sus propias necesidades, pues, éstas eran más que obvias; pero dejaron a un lado la reconstrucción del templo de Dios. Fue en ese ambiente que el Señor levantó a Hageo y a Zacarías para que profetizaran al pueblo y lo estimularan a darle prioridad a la construcción de la casa de Dios. 

El panorama que nos presenta Hageo en su libro, especialmente en el primer capítulo, se ajusta como un buen ejemplo, espiritualmente hablando, a la situación que como pueblo de Dios podemos llegar a vivir. Ciertamente el Señor nos ha sacado de la esclavitud de este mundo y nos ha trasladado a la dimensión de Su Reino, pero si nos dejamos engañar, Satanás y su sistema pueden convertirnos nuevamente en sus esclavos, haciendo que perdamos la visión de lo que debemos hacer de forma prioritaria: Buscar el Reino de Dios.

Por Su misericordia, el Señor nos ha permitido entender en Su palabra que los creyentes debemos ser personas multidimensionales, es decir, podemos servirle al Señor, y de igual manera, podemos atender nuestro trabajo y demás responsabilidades de la vida natural. Debemos encontrar el verdadero equilibrio entre lo natural y lo espiritual. En aquellos días, los hijos de Israel perdieron ese equilibrio, ellos se inclinaron a las muchas cosas personales que debían atender. Todo estaba en ruinas en Israel, incluyendo el templo de Dios. El pueblo, estando en esa circunstancia, se desmoralizó tanto, de modo que decían en sus corazones: “no ha llegado el tiempo en que la casa de Jehová sea reedificada”. El Señor oyó la voz interior del pueblo, y por esa razón les envió profetas, con el fin de que ellos corrigieran su mala actitud.

Los hijos de Israel encontraron una excusa para no edificar la casa de Dios, cada uno se marchó a su propia construcción, se olvidaron de quién los sacó de Babilonia, y la razón principal por la que Él les permitió retornar a su propia tierra. Hermanos, si ustedes desean que el Señor los bendiga, los prospere, los multiplique, etc. sepan que antes que eso suceda, Él espera que ustedes velen por Su Casa, que es la Iglesia. Quiero recordarles que, ustedes y yo, ya no pertenecemos a este mundo, mucho menos a nosotros mismos, fuimos comprados con precio de sangre y ahora le pertenecemos al Señor. Dios no nos ha puesto para vivir nuestra propia vida, sino para que lleguemos a ser un pueblo que pueda proclamar las verdades de Aquel que nos llamó de las tinieblas a Su luz admirable. Dios desea que, nosotros, Su pueblo, nos extendamos en todo el sistema de este mundo para ser luminarias de Él. Hay una edificación que debemos atender y en la cual debemos involucrarnos todos los creyentes: La Iglesia del Señor. Necesitamos ser las piedras vivas que edifiquen la casa espiritual del Señor. 

Cuando nosotros evadimos la responsabilidad de aquello a lo que Dios nos ha llamado, inevitablemente, vienen circunstancias difíciles a nuestra vida para que aprendamos que las cosas de Él deben ser tratadas con prioridad y respeto. Yo no les estoy diciendo que deben dejar sus trabajos, sus hogares y dedicarse solo a las cosas del Señor, pues, Él mismo nos permite disfrutar lo que nos da en esta tierra. El Señor, lo que quiere es que tengamos prioridades y nuestra prioridad debe ser edificar a Su Iglesia.

En el pasaje que leíamos al principio, el Señor tiene una queja: A Él no le agrada que nos ocupemos primero de nuestra propia casa antes que la Suya. Llámese “casa”: nuestro trabajo, hogar, familia, escuela, etc. y que por estas cosas dejemos a un lado la casa del Señor, esto es lo que a Él no le agrada. El Señor no se quedará de brazos cruzados al vernos que nuestra prioridad deja de ser Él. El profeta dijo: “Considerad bien vuestros caminos”. Si ponemos atención a nuestros caminos, muchos talvez se darán cuenta que la mano del Señor no está a favor, sino en contra de sus vidas, no hay satisfacción en lo que hacen, no hay paz. Hermanos, el Señor quiere prosperarnos tanto física, como espiritualmente, y anhela abundarnos, pero hay quienes el Señor les ha puesto un aguijón para no tener bendición; a otros les ha puesto un aguijón para que, si tienen abundancia, no la puedan disfrutar, pues no han puesto su prioridad en las cosas del Reino. El Señor ve el interior de nuestro corazón y ve qué es lo que tenemos en prioridad.

Reconsideremos nuestras vidas, hay que temerle a Dios. No le estoy hablando de que vivamos religiosamente, sino que reconozcamos que Dios es antes que todo lo demás. Cuando aprendamos a vivir de esa manera, comenzaremos a disfrutar lo mucho o lo poco que recibimos del Señor y estaremos contentos con ello.

¿CÓMO SOLUCIONAR NUESTRO CAMINAR DELANTE DE DIOS?

Hageo 1:8 “Subid al monte, traed madera y reedificad el templo, para que me agrade de él y yo sea glorificado—dice el Señor”. 

1.- Subir al monte

Cuando la Biblia nos habla de “montes”, normalmente, se está refiriendo a nuestra comunión con Dios. El Señor dice: “subid al monte”. Él nos está diciendo que debemos retomar la comunión con Él, estar en Su Presencia.

2.- Traer madera

La madera, figurativamente, nos habla del madero de la cruz. El efecto de subir al monte hará que la cruz haga una obra en nuestras vidas. El Señor quiere que nosotros rindamos lo que somos y lo que hacemos. Él desea que hagamos lo que Él quiere, eso es “traer madera”, tomar la cruz.

3.- Edificar el Templo

Dice Efesios 2:21 “en quien todo el edificio, bien ajustado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor”. Quiere decir que el Templo somos todos los que conformamos el Cuerpo de Cristo, por lo tanto, debemos poner en prioridad la edificación mutua que se da en el Cuerpo de Cristo. Hermanos, Dios honra este principio, no debe haber otra cosa más importante para nosotros que darle cumplimiento y expresión al deseo de Dios, de poder manifestarse en Su Cuerpo, que es la Iglesia.

Quiero que leamos una última porción que está en Hageo 1:14 “Y despertó el Señor el espíritu de Zorobabel, hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y el espíritu del sumo sacerdote Josué, hijo de Josadac, y el espíritu de todo el remanente del pueblo. Y vinieron y comenzaron la obra en la casa del Señor de los ejércitos, su Dios”. Vemos que el pueblo de Israel se dispuso y Dios les despertó el espíritu para que atendieran Su voz. Hermanos, si nos disponemos a obedecer la voz de Dios, Él despertará nuestros espíritus para dedicarnos en prioridad a lo de Él. Con nuestra carne no podemos hacer nada, pero sin una disposición en nuestro corazón, Dios no puede avivar Su Espíritu en nosotros para que hagamos lo que Él quiere. Les animo a que tengamos tal disposición y juntos edifiquemos Su casa, Su Cuerpo, Su Iglesia.

Apóstol Marvin Véliz