EL SACERDOCIO DEL CREYENTE

EL  SACERDOCIO DEL CREYENTE

Dice 1 Pedro 2:5 “…también vosotros, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo”.

El apóstol Pedro nos da ciertos consejos para la edificación mutua con los hermanos. Esto ya no es algo que se pueda dar de manera individual, sino es de carácter corporativo. El apóstol Pedro dice: “vosotros, como piedras vivas”, esto nos muestra que él no se está refiriendo a una piedra, sino a un conjunto piedras que conforman una casa espiritual. Ahora, el apóstol Pedro nos llama “Piedras vivas”; en versos anteriores nos dice que nos acerquemos a Cristo como a una piedra viva, y que nos mantengamos en comunión con el Señor. Es imposible que alguien esté con el Señor y no sea vivificado; de igual manera, si alguien no viene a Él, no será vivificado. Esto nos muestra que pueden haber piedras muertas, es decir, creyentes que vienen a la Iglesia y no participan en la comunión, no cantan, no dan gracias, no dicen ni siquiera un amén en las reuniones, seguramente no están siendo vivificados en la Presencia del Señor. Al estar en constante comunión con el Señor, hasta el más mudo podrá hablar. El Espíritu vivificante es el que habilita al creyente para que al estar reunido con sus hermanos pueda aportar para la “edificación mutua”. El objetivo al estar reunidos con los hermanos no es la comunión con el Señor, sino la edificación mutua. 

Nosotros debemos captar lo importante que es para Dios la Iglesia local. Las congregaciones locales son la base del Plan Eterno de Dios. Yo nunca había tenido tanta luz para darme cuenta que un noventa por ciento de lo que está escrito en el Nuevo Testamento es para hablarle a las Iglesias locales, ellas son el epicentro de lo que Dios quiere hacer en esta era. Las Iglesias locales son el Plan que Dios concibió desde antes de la fundación del mundo para este tiempo; es más, los vencedores que saldrán al final de esta era, serán aprobados de en medio de las Iglesias locales. Apocalipsis nos muestra que el Señor vendrá con La Nueva Jerusalén, la cual estará conformada por los que salgan vencedores de las Iglesias locales, con ellos el Señor va a edificar Su Templo Eterno.

La Iglesia local es el lugar que Dios nos ha dejado para que aprendamos lo que habrá de venir, por lo tanto, ningún creyente debe estar desligado de una Iglesia Local. Ni Pedro, ni Pablo, que fueron dos grandes apóstoles estuvieron desligados de una localidad. Algunos interpretan que Pablo dejó Antioquía y luego se dedicó a andar viajando por todo el mundo; pero no es cierto, Pablo hizo un viaje misionero y luego regresó a Antioquía, estuvo allí un tiempo y luego emprendió tres viajes más, Él siempre reconoció la importancia de pertenecer a una Iglesia local.

Nosotros debemos edificarnos mutuamente como piedras vivas para construir una casa espiritual. Algunos piensan que como creyentes debemos dedicarnos a levantar edificios físicos, sin embargo, el apóstol Pedro dijo estas cosas con respecto a una casa espiritual conformada por creyentes. Dios nos atrajo a cada uno de nosotros los creyentes para que conformemos Su casa espiritual.

Hay una responsabilidad que cada uno de los creyentes debemos tener. Todos, y cada uno en lo individual somos responsables de edificar la casa de Dios. A todos nos dio el Señor un don que aportar para edificar la casa espiritual, y es más, en base a eso Dios nos juzgará en aquel día. Nosotros estamos ligados para bien o para mal, a los hermanos de la Iglesia Local, ellos son la vara de medir de Dios. La meta de Dios no es salvar almas, la meta divina es que Su Iglesia sea edificada. Sí debemos ocuparnos en salvar almas, pero con el fin de que puedan existir más iglesias locales. Ahora bien, la meta de nosotros como creyentes no debe ser que Cristo viva individualmente en cada uno de nosotros, la meta debe ser que lo expresemos a Él corporativamente. Para ello lo que necesitamos es que  cada uno aportemos algo para que la casa de Dios sea edificada. 

Para Dios cada uno en lo individual somos miembros, eso quiere decir que somos una parte del cuerpo, que dependemos del cuerpo, y que debemos funcionar en beneficio del cuerpo. Todos debemos edificar la casa de Dios aportando cada uno según el don que recibió de parte de Dios. Cada quien tiene cosas distintas que aportar para la edificación de la casa de Dios. Debemos buscar la unidad, debemos amarnos, debemos soportarnos, debemos servirnos los unos a los otros, porque así nos edificamos mutuamente.

El apóstol Pedro dice: “sed edificados como casa espiritual para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo”.  Dios busca una casa espiritual en la que haya un sacerdocio santo. El gran problema de la religión evangélica es que ha promulgado que sólo unos cuantos fueron llamados a ser sacerdotes (o servidores). La gran mayoría de creyentes sólo llegan a las reuniones de Iglesia como espectadores, esperando algún día ser tomados en cuenta para algo. La Biblia nos enseña lo contrario, todos debemos ser sacerdotes para Dios. 

Yo quiero proponerme, para este nuevo año, que todos los creyentes en todas las Iglesias le sirvan en algo al Señor. El creyente que no sirve, tarde o temprano será dechado. Dice Juan 15:2 “Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo quita; y todo el que da fruto, lo poda para que dé más fruto”. Hermanos, preocupémonos por servir en algo al Señor. Los que no sirven aún, busquen qué hacer; y los que ya están sirviendo en algo a Dios, no procuren acaparar todas las cosas inherentes al servicio de la Iglesia local porque inutilizan a los demás miembros. Yo no le estoy diciendo que todos prediquen, o que todos canten, eso es lo que nos mal enseñó el movimiento pentecostal; lo que yo le estoy diciendo es que cada uno aporte su don para el servicio de la casa de Dios. En su gran bondad, Dios ha dado diversidad de dones los hombres, a algunos les ha dado inteligencia, a otros los ha dotado de habilidades manuales, a otros les ha dado dones musicales, etc. pero todos debemos servir al Señor, los únicos que no pueden hacerlo son los incrédulos, pues, tampoco quieren. 

Yo debo pedirle perdón al Señor por haber menospreciado a algunas hermanas de El Salvador, pues, por mucho tiempo las critiqué porque lo único que podían hacer era cocinar. Hace poco el Señor me dio una gran lección al respecto. En la localidad donde yo vivo hay una Iglesia que pertenece a una denominación. Ellos de repente pusieron una venta de “pupusas” (comida típica de El Salvador) y me di cuenta que las hermanas se turnaban para sacar adelante dicho negocio. Hace poco observé que cerraron la pupusería y me puse a preguntar porqué lo habían cerrado; algunos hermanos me comentaron que ya lo cerraron, porque ellos decidieron montar esa pupusería sólo para recaudar fondos para comprar un terreno y construir un local para sus reuniones. Me quedé sorprendido de lo mucho que habían logrado pagar en tan poco tiempo con ayuda de las hermanitas “pupuseras”. Esos hermanos me dieron una lección muy tremenda, cuán cerrado he sido todos estos años, pues, todos podemos contribuir para la edificación de la casa de Dios por medio de los diferentes dones que nos han dado.

La casa espiritual requiere de cosas espirituales, y estoy consciente que no vamos a edificar la casa de Dios con “pupusas”, sin embargo, Dios mismo diversificó el sacerdocio en múltiples dones. La figura al hablar del sacerdocio es la tribu de Leví, dicha tribu estaba dedicada al servicio de las cosas santas de Dios; habían diferentes familias levitas, pero cada familia tenía designados cargos como sacerdotes en el tabernáculo. Algunos ofrecían las ofrendas en el altar, otros enterraban las vísceras y los sobrantes de los sacrificios fuera del campamento, otros cortaban leña para el altar, otros armaban el tabernáculo, etc. No todos estaban atendiendo el lugar santísimo, al contrario, sólo uno podía entrar a ese lugar una vez al año. La religión evangélica nos ha enseñado que servirle al Señor es buscar las posiciones de eminencia, de manera que los que quieren servir buscan los puestos donde puedan ser vistos por los demás. Ese nunca fue el Plan divino, eso no fue lo que Dios diseñó para la Iglesia. El Señor ha dispuesto que en su casa espiritual no se levanten demasiados ministros primarios, Él sólo puso en esta tarea a unos cuántos, pero espera que los demás se dediquen a edificar Su casa con los diversos dones que les repartió. Él a todos nos hizo sacerdotes, pero los dones que Él repartió son variados, a cada uno nos dio un don específico, por lo tanto, nadie tiene excusa de no servirle al Señor, y nadie es menos importante.

Ahora que entendemos este principio, sigamos edificándonos como casa espiritual, nos es necesario presentar a Cristo a aquellos que no lo conocen, nos es necesario discipular a otros para que también sean edificados en la casa de Dios. Si usted se ocupa en estas cosas, viva en paz, seguramente ha de entrar al Reino venidero, seguramente Dios lo aprobará en aquel día. 

¡Amén!

Apóstol Marvin Véliz