EL SEÑOR DECLARA A SUS DISCÍPULOS LA NECESIDAD DE LA CRUZ

EL SEÑOR DECLARA A SUS DISCÍPULOS LA NECESIDAD DE LA CRUZ

Mateo 16:21 “Desde entonces Jesucristo comenzó a declarar a sus discípulos que debía ir a Jerusalén y sufrir muchas cosas de parte de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas, y ser muerto, y resucitar al tercer día. v:22 Y tomándole aparte, Pedro comenzó a reprenderle, diciendo: ¡No lo permita Dios, Señor! Eso nunca te acontecerá. v:23 Pero volviéndose El, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de mí, Satanás! Me eres piedra de tropiezo; porque no estás pensando en las cosas de Dios, sino en las de los hombres. v:24 Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. v:25 Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. v:26 Pues ¿qué provecho obtendrá un hombre si gana el mundo entero, pero pierde su alma? O ¿qué dará un hombre a cambio de su alma?” 

Me interesa mucho la primera frase del pasaje, la cual dice: “Desde entonces…” la idea, o lo que realmente nos quiere transmitir esa frase es: “a raíz de, o a partir de… el Señor comenzó a declarar la necesidad de la cruz a sus discípulos”. Con esta frase el Señor hace una recopilación de los versículos anteriores para poder impartirles este mensaje de la cruz. 

Primeramente, quiero comenzar señalando cuáles fueron los eventos por los cuales el Señor se vio en la necesidad de declararles a sus discípulos la importancia de la cruz.

Anteriormente a estos pasajes, el Señor les hace una pregunta a sus discípulos y quiero que leamos algunos versos en relación a esto: 

Mateo 16:13 “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?”… v:16 “Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”… v:17 “Y Jesús, respondiendo, le dijo: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. v:18 Yo también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. v:19 Yo te daré las llaves del reino de los cielos; y lo que ates en la tierra, será atado en los cielos; y lo que desates en la tierra, será desatado en los cielos.”

Primeramente, diríamos que el Señor procura enfocar a los discípulos en su propia persona. Él les hizo una pregunta de sí mismo, y seguido a eso, se vale de la maravillosa respuesta que el apóstol Pedro recibió por revelación del Padre. El señor usó esa conversación para luego dispensar y encaminar a los discípulos a comprender el misterio de Cristo y la Iglesia.

Después de haber recibido un resumen del misterio, parafraseando el pasaje, Cristo les dijo: “Sobre la misma base de la roca que soy Yo, se levantará mi iglesia. Yo mismo edificaré mi iglesia y no habrá poder del enemigo capaz de detener lo que haré con fines eternos. Además, Pedro, eso que haré con mi Iglesia, te daré a tí las llaves del Reino”. Las llaves del Reino, que el Señor le mencionó a Pedro, son las llaves de la Oikonomia de Dios, no son las llaves simbólicas de una ciudad, sino el sentido es la manera de cómo se le entregan las llaves al mayordomo de una casa. Dichas llaves habrían de servirle no solo a Pedro, sino también a todos nosotros; y no solo para administrar, sino también para conducirnos y para guerrear como parte del Reino de Dios que somos, pues, somos la Iglesia del Señor.

Entonces, ese paquete de revelación, hizo que el Señor tuviera que agregar un mensaje muy importante para los discípulos, mensaje que nos incumbe también a nosotros. Posiblemente usted ya tenga la revelación que le dieron a Pedro; si es hijo de Dios, en lo mucho o en lo poco le han revelado el misterio de Cristo y la Iglesia, y nuestra responsabilidad que tenemos en cuanto a éste.

Tal revelación incluye desde nuestra salvación hasta nuestra redención en Cristo, pero todo esto necesita de una piedra angular, de un asunto indispensable para que las cosas del Señor se cumplan y tengan un buen desarrollo en este tiempo. Es necesario que el Señor edifique Su iglesia, que hayan hombres y mujeres de Dios que puedan abrir las puertas necesarias para desarrollar Su economía para este tiempo. Pero nada de eso es realizable, a menos que nosotros vivamos el resto del mensaje de la revelación que Cristo les amplió a sus discípulos. Es por eso que es tan importante el verso 21, pues dice: “Desde entonces Jesucristo comenzó a declarar…” desde que Cristo amplió la revelación de quién era, también le fue necesario declararles un mensaje bien específico.

Ahora que el Señor se había dado a conocer a sus discípulos, Él les declara lo siguiente: “debo ir a Jerusalén y sufrir muchas cosas…” Cuando el apóstol Pedro oyó esto le empezó a reprender y a decir: “¡No lo permita Dios, Señor! Eso nunca te acontecerá”. Alguien podría pensar que Pedro, a pesar de que era un hombre lleno de errores, lo que quería manifestar era el amor que le tenía a Jesús y su deseo de no verlo sufrir. En realidad Pedro, lo que no quería era verse involucrado en los problemas de Jesús. Si Cristo habría de padecer en Jerusalén, y Pedro caminaba todos los días con Él, sabía que de una u otra manera se vería afectado por el sufrimiento de Jesús. Hermanos, a estas alturas del mensaje que el Señor le dio a Pedro, y aun a ustedes, yo les pregunto: ¿Aún quieren ver al Cristo corporativo edificado y venciendo a Satanás en la tierra? Hoy por hoy, también nos tocará vivir el mensaje que vino después de aquella gloriosa revelación: “es necesario Sufrir con el Señor”. 

La palabra que Dios nos da de gracia, si no es tratada sustancialmente por la cruz, se vuelve inerte en nuestras vidas. Difícilmente alcanzaremos a conocer la plenitud del mensaje que Cristo les compartió a sus discípulos, si no caminamos la ruta de la cruz. Pedro, que había sido puesto para ser una piedra integral de la gran roca, sólo hubiera sido más que una piedra de tropiezo sin el mensaje de la cruz. Esto es lo que somos nosotros somos ahora sin la cruz, somos más tropezadero que un fundamento de edificación para la Iglesia. No necesitamos solamente recibir un mensaje que nos revele a Cristo, también necesitamos una operación Divina que nos quiebre. Solamente si vivimos el mensaje de Mateo 16:24-26 podremos vivir el mensaje que Cristo compartió en Mateo 16:15-19. 

Necesitamos la cruz para que nos trate y nos quiebre de tal manera, que seamos confiables para Dios. ¿Qué hará la cruz? Ella eliminará todo aquello que no le es útil a Dios en Su economía. Oremos para que junto con la revelación del misterio de Cristo, venga un quebrantamiento a nuestras vidas, igual de grande, para que no caiga a tierra la revelación. La Luz de Dios es necesaria, pues, es la guianza de Dios para el hombre; pero si el hombre no le ofrece a Dios una vida crucificada, de nada servirá la palabra. Con el fin de que el tesoro de la doctrina y la revelación tenga un lugar en nuestra naturaleza humana, necesitamos ser quebrados por la cruz del Señor.

La cruz no es propiamente cualquier dolor que podamos estar atravesando, porque si eso fuera, hay muchos que ni siquiera son creyentes y sufren más que nosotros. La cruz no es el sufrimiento en sí mismo, la cruz es la negación de nosotros y la aceptación de todo aquello que Dios quiere darnos. Cuando el Señor nos dice que tomemos la cruz, nos dice primero que nos neguemos, pues nadie puede tomar la cruz sin negarse a sí mismo. La cruz es negar nuestra voluntad, nuestros deseos, metas, ambiciones, y todo lo que somos y queremos ser. 

Si queremos que la revelación tenga un lugar en nosotros, neguémonos a nosotros mismos y a todo lo que este mundo nos ofrece. La eficacia de la cruz no es el dolor que podamos atravesar, sino dejar de proveerle vida a nuestro “yo”. Si somos hijos de Dios tendremos la capacidad de negarnos a nosotros mismos y aceptaremos la cruz; sólo así seguiremos en pos de Cristo.

Apóstol Marvin Véliz