CUALIDADES DE UNA IGLESIA ORGANICA

CUALIDADES DE UNA IGLESIA ORGANICA 

En esta ocasión quisiera enumerar, a grandes rasgos, cinco cualidades que evidencian a una verdadera Iglesia, o cinco cualidades que se manifiestan en una Iglesia orgánica. Éstas son las siguientes: 

1.- Buscar comunión con los santos. 

2.- Buscar la unidad con los hermanos 

3.- Amar a los santos 

4.- Servir a los hermanos 

5.- Estar en relación con el ministerio apostólico. 

De nuestra propia humanidad no podemos cumplir éstas cosas, pero sí debemos tener disposición para que la gracia de Dios actúe en nosotros, y así armonicemos orgánicamente con nuestros hermanos. De forma natural somos envidiosos, rencorosos, individualistas, orgullosos, pero si le permitimos a la Vida divina que opere en nosotros, seremos miembros funcionales, de modo que a la hora de reunirnos dos o tres en el Nombre del Señor, lo vamos a manifestar a Él. 

Para empezar, debemos congregarnos, debemos pagar el precio de reunirnos, y ya estando juntos debemos procurar estar en comunión con todos los santos. La Iglesia no surge en una multitud que llega a escuchar una prédica y unos cuantos coros; la verdadera Iglesia surge cuando dos o tres buscan estar juntos y en armonía en el Nombre del Señor. Las iglesias locales del principio no le dieron un gran realce a la predicación; la razón era sencilla, los apóstoles no podían cubrir los cientos de iglesias que iban surgiendo en aquel tiempo. Las iglesias del principio no fueron como las de ahora, que cada una tiene un predicador, ellos no se reunían para escuchar un mensaje solemente, se reunían para ser la Iglesia de Cristo. El fin de asistir a las reuniones no debe ser escuchar a un buen orador, sino estar en comunión con los hermanos. No estamos despreciando los ministerios de la palabra, al contrario, debemos apreciarlos, sólo que no deben ser ellos el centro de las reuniones. Muchas veces traerá más edificación un abrazo de un hermano sencillo, o tres palabras de ánimo dichas por alguien, que un gran mensaje dado por un predicador. Dejemos que los ministros capaciten doctrinalmente, pero busquemos estar en comunión y en unidad con los santos. Ya dejemos esa costumbre evangélica de salir de las reuniones sin saludar a nadie, al contrario, debemos vitalizar la comunión con los santos porque es un pivote para toda iglesia orgánica. Soportemos las deficiencias de los hermanos; soportemos un café no muy bien preparado que alguien nos ofrezca porque no es lo importante el café, sino la comunión. 

También dediquémonos a amarnos los unos a los otros. El ser humano no puede amar, por naturaleza es egocéntrico, mezquino, busca lo suyo. Es muy común que las parejas se digan el uno al otro: “yo sin ti me muero”; pero no es cierto, si uno de ellos fallece, pasan los años y el que quedó vivo no se muere, al contrario, no tardará mucho para encontrar otra persona con quien estar. Nosotros no podemos amar ilimitadamente, la única manera que tenemos para amar sin interés alguno es poseer la Vida de Cristo. Dice 1 Juan 4:19 “Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero”. Tenemos este gran recurso divino a nuestro favor, poseemos la Vida de Aquel que nos amó primero. Sólo teniendo la Vida de Cristo podemos amarnos profundamente al punto de dedicarnos a servirnos los unos a los otros. Si procuramos estar en comunión, en unidad, amándonos y sirviéndonos los unos a los otros, entonces seremos una Iglesia verdadera, que expresa y manifiesta a Cristo. 

Finalmente, hilvanemos lo dicho anteriormente con la relación que la Iglesia debe tener con el Ministerio apostólico. El Señor Jesús en la última cena, estando con los doce les dijo que Él era el Nuevo Pacto, y que ellos eran Su Cuerpo. Ahora bien, cuando el Señor (el Espíritu Santo) vino sobre ellos en pentecostés, no solamente estaban los doce apóstoles en el aposento alto, sino habían ciento veinte hermanos reunidos. Aquella experiencia fue para todos, pero orgánicamente la condujeron los apóstoles; Hechos 2 dice que Pedro se puso de pie, y empezó a predicar, es decir, empezó a fungir como un apóstol para la Iglesia. 

El ministerio (o servicio) de los apóstoles es como la labor que una nodriza hace con un niño recién nacido, lo cuida y lo nutre en ausencia de sus padres. Un niño recién nacido no puede valerse por sí mismo, necesita de sus progenitores, y en todo caso éstos falten, necesita de una nodriza que lo cuide y lo sustente. Lo mismo sucede con la Iglesia, el Señor Jesús, quien nos engendró ascendió a la diestra del Padre, pero en su ausencia “física” dejó a los apóstoles para que hagan una labor a manera de “nodrizas” espirituales. El ministerio apostólico surge cuando una Iglesia es niña, cuando no ha madurado. Las Iglesias necesitan estar en asociación con un ministerio apostólico, es más, todas las iglesias locales tienen el derecho de probar y juzgar a los que se dicen ser apóstoles y no lo son. De igual manera los apóstoles tienen el derecho de juzgar a las iglesias según el recibimiento que les den, y dependiendo de ello pueden decir: “Paz a vosotros” 

Toda Iglesia local, indispensablemente, debería estar en asociación con un ministerio apostólico. El Nuevo Testamento está atiborrado de la relación que las iglesias del principio tuvieron con los apóstoles. Nunca vemos en la Biblia una Iglesia local separada de la comunión con los apóstoles. Hoy en día ha surgido la tendencia de creer que las familias puede reunirse y ser iglesias. Esta es una verdad a medias, porque sí es cierto que la Iglesia puede surgir en una familia de una localidad, pero debe buscar la comunión con un ministerio apostólico. Hay tres opciones que podemos tomar como iglesias: 1) Unirnos a un movimiento denominacional, 2) Ser iglesias independientes: que tal concepto es casi sinónimo de no querer estar bajo autoridad de nadie, y 3) Buscar la comunión con un apóstol. 

Una iglesia orgánica no puede estar al amparo de lo no orgánico. La Iglesia no puede ser tratada como una empresa, debe tratarse como una entidad viviente. La Iglesia no necesita formatos, ni estatutos, ni calendarios empresariales, lo que necesita es una nodriza espiritual, el cuidado de un ministerio espiritual que la ayude a desarrollarse orgánicamente. Para esta labor Dios constituyó a los apóstoles, así lo dice 1 Corintios 12:28 “Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles…”.

A los apóstoles Dios los llamó para dispensar el misterio de Cristo y la Iglesia. Todo verdadero apóstol debe tener en perspectiva realizar esta labor. La Iglesia necesita de los apóstoles para ir adquiriendo cada vez más, un mayor grado de revelación acerca del misterio de Cristo. Pueden haber otros ministerios que bendigan a la Iglesia con palabra, pero en cuanto a la revelación del misterio de Cristo, son los verdaderos apóstoles los que lo podrán dispensar con más eficacia y perspicacia. De esta cuenta es que dijo el apóstol Pablo: “edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo” (Efesios 2:20). Es necesario entender cómo funciona este organismo llamado Iglesia, no debemos hacer de ella lo que nosotros pensamos, o queramos, sino que debemos edificarla en el fundamento adecuado. 

Hermanos amados, no basta solo con la “buena intención” de querer ser iglesias; no se trata de tener grandes “templos”, no se trata de tener un “nombre” de prestigio que nos identifique, se trata de ser iglesias conforme al corazón de Dios, y para ello Dios primero dejó apóstoles. 

Apóstol Marvin Véliz