EL NUEVO PACTO, NO ES SOLO UN ASUNTO OBJETIVO Y EXTERNO, SINO TAMBIÉN UN ASUNTO SUBJETIVO E INTERNO.
EL NUEVO PACTO, NO ES SOLO UN ASUNTO OBJETIVO Y EXTERNO, SINO TAMBIÉN UN ASUNTO SUBJETIVO E INTERNO.
Dice Mateo 5:21 “Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás…”
Este es un mandamiento completamente externo y físico, pero además, el mismo no tiene lugar a equivocarse en su interpretación. No hay lugar a dudas en saber si alguien transgredió o no este mandamiento, porque tal hecho es una conducta externa y fácilmente comprobable, del cual el Señor continúa diciendo: “Cualquiera que cometa homicidio será culpable ante la corte” (LBLA), en otras palabras, el que cometa homicidio acarreará condenación sobre sí mismo, pues, será hallado culpable ante la Corte o ante la entidad que le corresponda dar cuentas acá en la Tierra.
En términos generales, lo que el Señor quiso decir es lo siguiente: “La ley dijo que nadie debe matar, ya que cualquiera que lo haga recibirá algún tipo de juicio, pero yo os digo…”; este “pero yo os digo” lo debemos interpretar como que estuviera diciendo: “pero yo quiero decirles lo que espero de los que llegarán a ser mis hijos”. En este verso el Señor Jesús reveló lo que el Padre esperaría de los que habrían de llegar a ser Sus hijos. A estas alturas, el Señor dijo estas palabras proféticamente porque todavía no había venido sobre ellos el Espíritu Santo, pero llegaría el día en que habrían de ser nuevas criaturas. Dicho de otra manera, a los que fueron engendrados bajo la ley se les dijo: “no mates”, pero a nosotros los del Nuevo Pacto el Señor nos dijo: “Yo espero que ustedes no solamente no maten, sino espero que no estén enojados con su hermano, que ni siquiera le digan insensato a su hermano, que ni se les ocurra decirle a su hermano: “estúpido, o idiota”; espero que no los traten mal porque ustedes son mis hijos, y es más, los voy a juzgar por cualquiera de estas cosas”.
En la ley se salvaba de condenación cualquiera que no matara, aunque así fuera culpable por no cumplir algunos de los otros cientos de mandamientos que tenía la ley, pero en cuanto al aspecto del trato con el prójimo, la ley demandaba que nadie le hiciera un daño de muerte a su prójimo. Bajo este punto de vista era aprobado por Dios todo aquel que no mataba a alguno de sus hermanos. Fue desde esta perspectiva que en una ocasión el apóstol Pablo dijo: “en cuanto a la ley, irreprensible”; pero Dios no está esperando esa medida de los que ahora somos hijos de Su Reino. Ahora que estamos bajo un Nuevo Pacto, el Señor no sólo quiere que nosotros nos sintamos felices porque no hemos matado a nadie, o que nos sintamos grandes héroes de la fe porque no le hemos quebrado los dientes de un golpe a nuestro hermano, porque Aquél que puso a morar el Espíritu de Dios dentro de nosotros nos anhela celosamente, y espera mucho más de nosotros, y por ello también nos ha de juzgar de manera más elevada.
Los hijos del Reino debemos despertar a nuestra nueva realidad, debemos darnos cuenta cuán sublime es la Vida divina en nosotros. Así como es de grande el Espíritu Santo que nos han dado para ser regenerados, igual de grande será la medida con la que el Señor ha de juzgarnos. Dios no espera que demos la misma medida externa de los que vivieron en la ley. En el tiempo de la ley era fácil no verse en conflictos con los hermanos; alguien podía decir que estaba en paz con cualquier familia sólo por el hecho de que no había matado a nadie, pero ahora en el Nuevo Pacto el Señor dice algo diferente: “… Yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego”. Dicho de otra manera: ¡Cuidado¡ te voy a juzgar no solo por lo que haces o dejas de hacer en lo externo, sino por lo que procesas interiormente para con tu hermano.
Lo que quiero que valoremos en todo esto es que el Rector del Reino de los Cielos nos está advirtiendo cómo deben ser ahora las cosas. Muchas veces nosotros vemos sólo el lado que nos conviene; en cuanto al Reino de Dios vemos la gracia, la misericordia, el perdón, la prosperidad económica, y todo aquello que implica un beneficio personal, sin embargo, la otra cara de la moneda es que Dios espera una medida de nosotros. Ilustremos lo que acabo de decir con un ejemplo muy sencillo: Usted se va en las fechas de fin de año a un almacén a comprar un televisor de sesenta pulgadas, y cuando usted llega a la casa, abre la gran caja y se lleva la sorpresa que en lugar de su gran televisor le dieron un mini televisor de catorce pulgadas. Yo le pregunto: ¿Se queda usted tranquilo con el televisor pequeño habiendo pagado por uno de sesenta pulgadas? Seguramente que no. ¡Ah! Pero usted sí espera que Dios se quede tranquilo, que después de habernos dado a Su Hijo, esto no sea una conmoción para nosotros. Hermano, si nos dieron al Hijo en nuestro espíritu es para replicar al Hijo, Dios no espera menos que eso.
En este tiempo que estamos viviendo el Reino de los cielos, las cosas la empieza trabajando el señor en lo interior y espera que demos fruto en lo exterior. Lo exterior sin lo interior no le interesa al señor pues eso es Religión, pero el interior no procesado de igual manera lo ha de reprobar Dios, pues teniendo la vida divina debemos de ser procesados de manera que el señor se manifieste en nosotros.
Apóstol Marvin Véliz
Cuanto valir.le.da.el.señor a la.vida en nuestro interior y como lo procesamos y vivimos en cuanto a nuestros.hermanos y projimos. Bendito nuevo pacto pues la vida del señor sin lugar a dudas nos permite salir de la religiosidad, de preseptos y conceptos, nos eleva y hace vivir en la.esfera de su reino. Amen
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