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FUIMOS LLAMADOS AL EVANGELIO PARA ALCANZAR LA GLORIA DE DIOS.



FUIMOS LLAMADOS AL EVANGELIO PARA ALCANZAR LA GLORIA DE DIOS.

Dice 2 Tesalonicenses 2:14 “Y fue para esto que El os llamó mediante nuestro evangelio, para que alcancéis la gloria de nuestro Señor Jesucristo”

El Plan de Dios nunca fue tener un hombre caído para luego levantarlo, el Plan de Dios siempre fue un hombre al cual pudiera perfeccionar. Lo glorioso que nos dice el apóstol Pablo en estos versos es que ni siquiera la caída del hombre ha detenido el Plan de Dios. Esto que le estoy diciendo es como que a alguien le ofrezcan un trabajo con la condición de que tenga vehículo propio, que pueda manejar y que tenga licencia de conducir. La persona interesada en la plaza tiene el problema de que no cumple ninguno de estos tres requisitos: no tiene vehículo, no puede manejar, y tampoco tiene licencia, pero sí desea el trabajo. Cuando el empleador ve la condición de esta persona, es movido a misericordia, y le dice: “No te preocupes, te daré el trabajo, te enseñaré a conducir, te pagaré los trámites de la licencia de manejar y te proporcionaré un vehículo”. Esto es más o menos lo que Dios hizo con nosotros al salvarnos, nos solucionó los problemas que teníamos para ser parte de Su Plan. Dios levantó al hombre de su caída, lo perdonó, lo justificó, y lo facultó para que alcanzara aquello para lo cual fue creado. 

La salvación es un acto de la misericordia de Dios, es la muestra de un Dios que no lo detiene nada. Cuando el hombre cayó, Dios bien hubiera podido dejar al hombre en su terquedad y reiniciar Su Plan con otra estirpe, sin embargo, Él quiso socorrer a Adán y a sus descendientes. Dice Hebreos 2:14 “Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, v:15 y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre. v:16 Porque ciertamente no socorrió a los ángeles, sino que socorrió a la descendencia de Abraham”. La Biblia nos muestra que Luzbel engañó a muchos ángeles, sin embargo, Dios no quiso redimir a ninguno de ellos, sino que los lanzó eternamente a las regiones de tinieblas junto con Satanás; en cambio al hombre Dios lo redimió. ¡Alabado sea el Señor por Su misericordia! Los ángeles son seres más hermosos que nosotros, sus faltas fueron insignificantes a la par de las nuestras, pero Dios no los quiso socorrer a ellos, sino a nosotros. El apóstol Pablo claramente dice que Dios nos escogió desde la eternidad pasada, en otras palabras, Él quiso salvarnos a nosotros por Su deseo. Cuando Dios vio al hombre en pecado, Él no titubeó en salvarlo, Él no permitió que Satanás arruinara Su Plan Eterno. La Biblia dice: “Polo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres” (1 Corintios 1:25). Pareciera que el hombre no es la mejor carta de presentación de Dios, pero aunque parezca insensato, allí está Su sabiduría. 

Dios planificó desde la eternidad pasada que la simiente humana sería la criatura en la cual Él habría de fincar Su vaso de expresión; sólo que lo hizo con un detalle diferente a los demás seres que Él creó, esto es: “El libre albedrío”. Cuando Dios pensó en hacer al hombre, no hizo seres autómatas, o estilo robots, sino hizo seres con la facultad de elegir. Dios puso mucho en riesgo al darnos un libre albedrío, pero Él se propuso llevar a cabo Su Plan con aquellos que respondan. Digno es el Señor de ser alabado por Su Plan, Su salvación es grande para nosotros. Dios nos ha elegido por Su deseo, y hará todo lo posible para que alcancemos todo aquello para lo cual nos alcanzó. 

La Biblia dice: “Porque el Hijo del Hombre ha venido para salvar lo que se había perdido. ¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y se descarría una de ellas, ¿no deja las noventa y nueve y va por los montes a buscar la que se había descarriado? Y si acontece que la encuentra, de cierto os digo que se regocija más por aquélla, que por las noventa y nueve que no se descarriaron. Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños” (Mateo 18:11-14). Estos versos son un reflejo de la misericordia de Dios, nos muestran que Dios nos escogió para salvarnos, y que por muy torpes que seamos Él quiere llevar a cabo Su Plan con nosotros. Dios no quiere que nos perdamos, sólo quiere que nos decidamos por Él, pues lo preciado que Él ve en nosotros es precisamente: Nuestra Voluntad; lo demás lo hará Él. 




Debido a esta salvación tan grande para la cual hemos sido escogidos, el apóstol Pablo nos dice en 2 Tesalonicenses 2:13 “… debemos dar siempre gracias a Dios… de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad”. Tenemos que dar siempre gracias a Dios, el apóstol nos exhorta a que nos gocemos en la salvación tan grande que nos ha sido dada, pues, nada detiene a Dios de lo que se ha propuesto para con nosotros. En nosotros no hay nada bueno, ni siquiera tenemos anhelos de Dios, pero Él nos escogió para salvación mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad. 




La santificación tiene que ver con consagrar, o apartar algo para un uso específico. Por ejemplo: Si una ama de casa tiene un huacal y lo usa para cocinar, para lavar, para regar las plantas, para echar basura, etc. podemos decir que ese huacal fue profanado porque lo usaron para muchas cosas. Si por el contrario, hay un depósito como un termo, el cual, pasa lleno de café, podemos decir que ese “termo” está consagrado o apartado para el café. Esa es la idea que nos da el apóstol Pablo, que Dios empezó a apartarnos para ser salvos aun desde antes de convertirnos a Él. La mayoría de los creyentes tenemos el testimonio de las muchas experiencias y circunstancias que vivimos antes de venir a rendirnos a los pies del Señor, pues, Dios mismo nos hizo atravesar ciertas cosas que nos hicieron ver que ya no había otro camino más por donde ir, que no fuera el Señor Jesucristo. Los hijos de los creyentes no están exentos de esta regla, de una forma ú otra también Dios los prepara para que se encuentren con Cristo. Este proceso es parte de la santificación, es parte de la obra que hace el Espíritu Santo para salvarnos. Esa obra santificadora que hace el Espíritu Santo es parecida a la experiencia que vivió Jonás, un profeta que andaba huyendo de Dios, pero le sucedió de todo hasta que hizo lo que Dios quería. Tal vez esta historia parece fantasiosa, pero en parte nos muestra la obra santificadora que hace el Espíritu Santo. Dios nos hace pasar por muchas desavenencias cuando estamos en el mundo con miras a santificarnos, para mostrarnos que somos de Él, y ya al estar en la Iglesia, Dios nos aparta para que le seamos útiles en Su Reino. 

Ahora bien, nosotros debemos aportar algo a la obra santificadora, y ese ingrediente es la fe. La fe no es hacer buenas obras, sino es simplemente creer, sólo que esta fe no proviene de nosotros, sino de Cristo. El hombre de sí mismo no tiene fe, pero dice Gálatas 2:16 que fuimos justificados por la fe de Cristo, en otras palabras, Dios nos permite creer por la fe de Cristo, y mediante esa fe nacemos de nuevo. Lo único que tenemos que hacer para ser salvos es recibir ese don maravilloso de “la fe de Cristo”, y asirnos a ella. Cuando logramos asirnos a la fe, somos cambiados de dimensión, somos salvos eternamente; tal aplicación de la fe es lo que hace la diferencia entre un creyente y un incrédulo, pues, eso lo decide cada ser humano. La obra santificadora de Dios requiere la fe para todo, pues, nos sirve para ser salvos y para desarrollarnos en el Señor. 

El objetivo de Dios al salvarnos es que alcancemos la gloria de nuestro Señor Jesús. Tenemos que alabar al Señor por su hermoso Plan. La razón por la cual el Señor nos trabaja, nos quiebra y nos moldea es que alcancemos la gloria de nuestro Señor Jesucristo. Según lo que dice el Nuevo Testamento, la Gloria del Señor Jesucristo es la era venidera, es el tiempo en donde Él vendrá a someter los Reinos de este mundo. Esto es por lo que el apóstol Pablo dice que no cesemos de dar gracias al Señor, porque no nos llamaron sólo para ser salvos, sino también para que alcancemos Su Gloria, es decir, que juntamente con Él gobernemos los Reinos de este mundo cuando Él sea declarado Rey de Reyes. 

Lo que Dios nos ha dado y prometido es enormemente maravilloso, pero el Evangelio es un asunto opcional, las promesas está amarrada al libre albedrío de cada ser humano. Cada uno de nosotros decidimos nuestro futuro; si nos consagramos al Señor, si le amamos, si le servimos, si dejamos que Él viva por nosotros, un día Él nos dirá: “Buen siervo y fiel, en lo poco fuiste fiel en lo mucho te pondré; entra al gozo de tu Señor”; ese día habremos alcanzado la Gloria de Dios. Hermanos, procuremos alcanzar la Gloria de nuestro Señor Jesucristo, pues, para eso nos salvaron. ¡Amén!

Apóstol Marvin Véliz

Comentarios

  1. Cuan maravilloso es el Señor que apesar de ver lo que nosotros somos el dio su vida y nos salvo, y yo creo que esta palabra nos debe hacer recapacitar y entender que cada uno de nosotros que conformamos su iglesia, su cuerpo en esta tierra tenemos una gran responsabilidad y es expresar a Cristo, y aunque no veamos un avance necesitamos tener fe y poder creer que lo que nosotros estamos realizando es porque Dios tiene un proposito, entonces necesitamos volvernos a nuestro primer amor que es el Señor.Amen

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  2. Ahora que sabemos todo lo que el Señor iso por nosotros que podamos tomar la responsabilidad en las cosas de su reino porque mucha veces no le tomamos mucha importancia a eso pero es importante que estemos pendoente de su obra de cual es su voluntad amen.

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