NECESITAMOS REVALORIZAR NUESTRAS PALABRAS
Mateo 5:33 “Además habéis oído que fue dicho a los antiguos: No perjurarás, sino cumplirás al Señor tus juramentos. v:34 Pero yo os digo: No juréis en ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios; v:35 ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey. v:36 Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes hacer blanco o negro un solo cabello. v:37 Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede”.
Concepto de Jurar:
Según el contexto bíblico, jurar es afirmar o negar una cosa poniendo como testigo a Dios, a nosotros mismos, a las criaturas, o a la creación. Según la definición del Diccionario de la Lengua española: “Prometer una cosa solemnemente poniendo como testigo o como garantía de ello a Dios, a personas o cosas muy respetadas o queridas por la persona que promete”.
Creo que es necesario que entendamos “Por qué” Jesús aborda la cuestión de los juramentos en este famoso sermón del Monte; Él empieza diciendo en el v:33 “Además habéis oído que fue dicho a los antiguos: No perjurarás, sino cumplirás al Señor tus juramentos”. Miremos cómo el Señor está echando mano de los preceptos de la ley, y básicamente les comprimió lo dicho en Levítico 19:12 y Números 30:2. Jesús está diciendo que la ley exigía no utilizar el juramento con el fin de obtener credibilidad sobre una mentira. Él también los exhorta a no comprometerse solemnemente con algo, sabiendo que en el interior no están dispuestos a cumplirlo. El Señor les recordó que Dios está pendiente de todo juramento que hagan los hombres con Él, y con el prójimo. En la ley se exigían éstas cosas, porque ella siempre estaba exponiendo las cosas desde el punto de vista exterior y no interior.
Dice Mateo 5:34 “Pero yo os digo: No juréis en ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios; v:35 ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey. v:36 Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes hacer blanco o negro un solo cabello”. El Padre espera que sus hijos sean íntegros en su interior, es decir, que su palabra tenga tal valor, que no les sea necesario recurrir a los juramentos para demostrar la legitimidad de sus palabras. La costumbre de mentir en la cual habían caído los religiosos los llevó al punto de convertir el juramento en parte de su diario vivir. Los fariseos y los escribas hipócritas tenían tan arraigada esta práctica, que incluso habían clasificado los juramentos en “vinculantes” y “no vinculantes”. Los primeros eran los juramentos que se hacían en el Nombre de Dios, o usando cosas sagradas, con el fin de aportarle mayor solemnidad y veracidad a las palabras; el otro tipo de juramentos (los “no vinculantes”), eran aquellos donde Dios no era mencionado, pues, se trataban de asuntos menos graves o que no había que ponerles mucha atención; y así se escalonaban los juramentos, según la ocasión y la circunstancia.
Traducido a nuestros tiempos, lenguaje, y manera de vivir, podemos decir que muchos hijos de Dios son iguales a los fariseos hipócritas, pues, tienen conductas como éstas. Si usted se observa a sí mismo primeramente, y observa a la mayoría de los hermanos, se sorprenderá cuánto ocupamos expresiones por las cuáles queremos afirmar, o negar rotundamente lo que decimos. Tal vez no decimos literalmente: “Yo le juro por Dios…”, pero sí usamos frases afines, como por ejemplo: “Yo le digo, ¡delante de Dios! …”, o bien decimos: “¡Le doy mi palabra, que esto es así!”, etc. Ante lo dicho por el Señor Jesús, surge entonces la interrogante: ¿Podemos nosotros jurar?, ¿Es lícito que ocupemos expresiones con las cuáles le demos un mayor realce a nuestra palabra? Tal vez algunos dirán: “!hermano, no le ponga tanta mente a las cosas que hablamos!” Para Dios nuestro hablar tiene un gran peso, es tan importante tener cuidado de las palabras que proferimos, al punto que dice Mateo 12:36 “Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. 37Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado”. Esto quiere decir que las palabras son poderosas, y Dios está de testigo de las cosas que decimos. Además, otra cosa que podemos entender de este pasaje es que Dios va registrando todo lo que nosotros decimos, y en base a ellos nos juzgará en aquel día. Los pensamientos primeramente se anidan en el corazón, luego la cabeza los maquina y los procesa al punto que se convierten en palabras, y desde ese momento esas cosas ya quedan registradas aunque nadie las haya escuchado. Esto es precisamente lo que el Señor quiere que sopesemos, porque hemos llegado a pensar y concebir que lo que hablamos es de muy poco valor, a tal grado que decimos ¡las palabras no son nada, los hechos son todo!, y eso no es cierto.
En el mundo espiritual en el que nos movemos las palabras tienen un peso espiritual impresionante, el llamado es a revalorizar las palabras que proferimos. Si revalorizamos nuestras palabras, es decir, si les devolvemos a nuestras palabras la estimación que han perdido, vamos a ver cambios maravillosos. Con las palabras adecuadas nuestra Vida de Iglesia puede mejorar; nuestra vida de oración sacerdotal puede ser restaurada. ¿Por qué? Porque vamos a hablar con la conciencia de que cada palabra tiene peso, y por lo tanto, no continuaremos echando mano de la jerga y la manera religiosa de interceder, a sabiendas que no es por el palabrerío que somos escuchados allá arriba.
Necesitamos revalorizar nuestras palabras, aún en el trato con nuestros hermanos, en el sentido de que muchas veces no nos medimos para prometer, aseverar, ofrecer, y no cumplir. Generalmente, a las mujeres se les escucha decir expresiones tales como: “tú eres mi mejor amiga”, de repente se van con otra y le dicen lo mismo, de manera que esta hermana resulta con siete mejores amigas. Es obvio que sus palabras son falsas, puesto que decir: “eres mi mejor amiga” es algo que se le debe decir a una persona, no a siete; a este me refiero, a la vaciez de nuestras palabras, a no ponerle peso, conciencia e integridad a lo que decimos. Esto es muy distante a la manera de proceder de Dios, dice Hebreos 6:13 “Porque cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no pudiendo jurar por otro mayor, juró por sí mismo, 14diciendo: De cierto te bendeciré con abundancia y te multiplicaré grandemente. 15Y habiendo esperado con paciencia, alcanzó la promesa. 16Porque los hombres ciertamente juran por uno mayor que ellos, y para ellos el fin de toda controversia es el juramento para confirmación”. Dios le pone peso, vida, valor y esencia a Sus palabras, por ello se encarga de darle cumplimiento a lo que dice; nosotros los humanos hacemos lo contrario. Si volvemos al ejemplo de la hermana, al decirle a una y a otra por separado que cada una de ellas es su mejor amiga, sólo mostró en realidad que ella no tiene amigas, no se cuidó de procesar sus palabras, lo que dijo no tuvo peso, ni integridad. Tengamos cuidado porque estas cosas terminan estorbando y degradando nuestra relación como Iglesia e hijos del Señor.
Cuando hablamos sólo por hablar, sin fundamento, terminamos pareciéndonos a los gitanos, éstas personas tiene la mala fama de ser falsos en su hablar. El diccionario de la Real Academia Española define a los gitanos de la siguiente manera: “Personas que tienen gracia para ganarse la simpatía o la voluntad de los demás. Persona que estafa ú obra con engaño”. Para éstas personas mentir es su estilo de vida, es su manera de subsistir, con su palabrerío le endulzan el oído a la gente, les ofrecen amistad y luego deciden aprovecharse de ellas. Hay hermanos en las iglesias que parecen “gitanos”, les gusta lisonjear a los demás con tal de obtener provecho de ellas. No nos volvamos falsos en nuestro proceder, ni en nuestro hablar. A causa de la naturaleza que Dios nos ha dado, Él espera que nosotros seamos Su expresión. Cuidémonos de lo que decimos, que nuestras palabras estén respaldadas con lo que somos y hacemos.
En el Antiguo Testamento había un castigo para los que juraban y ofrecían voto a Jehová y no lo cumplían. La ley tenía sus maneras de corregir objetivamente al que era sorprendido jurando con falsedad; al final de cuentas, no honraban tanto su palabra, sino el temor al castigo del que se hacían merecedores. El Señor está esperando mucho más de nosotros que los del Antiguo Pacto, ya no debemos tenerle miedo a la rigurosidad de la ley Mosaica, porque ya no estamos más bajo la ley. En este tiempo a nadie van a matar por no cumplir su palabra. Imagínese lo que nos hubiera acontecido ya, si le dieran la pena de muerte a cada mentiroso, de seguro ya nos habríamos extinguido. Todas las personas tienen una práctica de mentira en mayor o menor grado, y ahora ya no hay un castigo objetivo para nadie, a lo sumo alguna reprimenda en el caso de ser descubierto. No estamos diciendo que no debemos corregir a nuestros hermanos si en algún momento los sorprendemos en esta falta, al contrario, es necesario hacerlo para refrenarlos y que no continúen degradándose en la falsedad. Sin embargo, esta área es muy subjetiva y debemos exponerla todos ante el Señor. Conozco personas tan melosas, que resulta chocante estar con ellas dos o tres minutos porque se percibe que dicen las cosas sin procesarlas en su corazón. Habrá otros que no son tan extremistas, pero eso no los exime de buscar una restauración en cuanto a su hablar. Este mensaje nos debe de confrontar a todos. Necesitamos exponernos delante del Señor para que Su Vida divina fluya en nosotros, y así proyectemos y expresemos Su carácter, e integridad a través de lo que hablamos.
Apóstol Marvin Véliz
¿Qué sucede si hemos jurado a la ligera, cómo trata el Señor este asunto si uno está consciente hasta ahora, que no debió hacerlo?
ResponderEliminarAmén.. pensemos antes de jurar o prometer para no causar daños entre nuestras relaciones con los hnos 😁
ResponderEliminarAmen que importante es esto de no jurar sabiando que las cosas no las aremos porque en el dia del juicio el Señor vendra y nos juzgara por todo lo que hemos hablado asi que podamos tener el caracter de Dios en nosotros para no hacer eso amen.
ResponderEliminarQue importante es que podamos tener el caracter de Dios porque el ser humano jura le promete cosas a su hermano y miente mucho y eso no debe ser asi porque el dia del juicio el Señor nos castigara por todas las veces que juros en nombre de el amen
ResponderEliminarCuán importante es nuestra manera de conducirnos ,pero más importante nuestra manera de expresarnos , que aprendamos a tener la firmeza de decir si o no.
ResponderEliminarAmen