LAS COSAS VIEJAS PASARON, HE AQUÍ TODAS SON HECHAS NUEVAS
Obviamente, hay cosas de nuestro pasado que deben ser eliminadas. La primera faceta para terminar con el pasado es cuando cobramos fe en los hechos consumados de Cristo, luego habrán cosas que literalmente deberán ser tratadas y sacadas de nuestra vida. Muchas cosas del pasado deberán ser tratadas de manera especial, según haya sido el proceder de cada persona en su vida. Pareciera que no debemos hablar de las “cosas viejas” después de tener años de haber conocido al Señor, pero no las dejemos al descuido, pues, algunas de esas “cosas” son fundamentales para que los nuevos creyentes solucionen su pasado y por otro lado, ayudan a reafirmar en la fe a los creyentes más avanzados.
Hay cosas que obviamente no deben ser tocadas, ni cambiadas, por haberlas hecho en el pasado, si no debemos aceptarlas y saberlas llevar ahora que estamos en Cristo. Por ejemplo, una de ellas es nuestro cónyuge. La Biblia no nos dice que cambiemos las cosas pasadas en torno a esto, si no que tal como nos encontró el Señor así debemos quedarnos. Alguien que conoció al Señor estando unido a alguien en matrimonio, no tiene porqué cambiar de esposa o esposo. El hecho de ser una nueva criatura y que todas las cosas hayan sido hechas nuevas, no nos da la facultad de hacer un nuevo matrimonio; muy por el contrario, debemos persistir y ser fieles con la pareja que el Señor nos encontró. Como dice la Escritura en
1 Corintios 7:27 “¿Estás ligado a mujer? No procures soltarte. ¿Estás libre de mujer? No procures casarte”.
La mayoría de cosas en nuestra vida se tornan nuevas al venir a Cristo Jesús. Sin embargo, muchas de ellas aunque no son hechas nuevas, estas se santifican por medio de la nueva Vida que ahora tenemos en Dios. Otro ejemplo de esto son nuestros hijos; al venir a Cristo, nuestros hijos son santificados por causa de nuestra fe. Por eso, en torno a estas cosas el Apóstol Pablo decía:
“Pero a los que están unidos en matrimonio, mando, no yo, sino el Señor: Que la mujer no se separe del marido; y si se separa, quédese sin casar, o reconcíliese con su marido; y que el marido no abandone a su mujer. Y a los demás yo digo, no el Señor: Si algún hermano tiene mujer que no sea creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone. Y si una mujer tiene marido que no sea creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone. Porque el marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédula en el marido; pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos, mientras que ahora son santos”.
(1 Corintios 7:10-14)
La Biblia nos muestra a través de esto que la mayoría de las cosas externas a nuestra vida interior, no cambian al venir a Cristo; muchas cosas no dejan de existir, pero para entender mejor, podemos decir que lo que sí cambia es el programa con el cual las cosas funcionaban anteriormente. Lo que ha venido a ser nuevo es la posición que estas cosas tenían en nuestra vida sin Cristo en comparación con el lugar que estas deben tener hoy que somos creyentes. En torno a esto es que dice 1 Corintios 7:29
“Pero esto digo, hermanos: que el tiempo es corto; resta, pues, que los que tienen esposa sean como si no la tuviesen; v:30 y los que lloran, como si no llorasen; y los que se alegran, como si no se alegrasen; y los que compran, como si no poseyesen; v:31 y los que disfrutan de este mundo, como si no lo disfrutasen; porque la apariencia de este mundo se pasa”.
Las cosas son hechas nuevas para nosotros en el sentido de su programación. La mayoría de las cosas de las cuales la Biblia dice que deben ser hechas nuevas, es en el sentido de una reprogramación y reestructuración de las mismas. Esto es como cuando la Biblia habla de cielos nuevos y tierra nueva, esto no es una literalización estricta de que esta tierra y los cielos que hoy vemos dejarán de existir. Si pensamos en que esas palabras son tan literales en el sentido de lo que nosotros entendemos por nuevo, eso implicaría que el Señor no sólo debería destruir el planeta en el que habitamos, si no el universo mismo que es contenido por los cielos. Pero eso no ha de ser así, ya que por la Escritura nos podemos dar cuenta que lo primero que cambiará en la tierra nueva que nos ofrece el Señor es “el sistema” que la gobierna, es decir, la forma en la que el mundo se desarrolla; todo lo que implica el sistema que opera en la tierra es lo que será completamente cambiado, pues este sistema lo maneja Satanás. Cuando venga el reino milenial habrá un cambio, habrá una nueva tierra, porque en esta tierra entrará en vigencia un nuevo sistema que es el Reino de Dios. La programación que el mundo le ha dado a la tierra será quitada y la tierra será reprogramada según el Reino de Dios. En el tiempo venidero ya no habrán gobernadores terrenales impíos, si no gobernadores celestiales transformados a la imagen y semejanza de Cristo Jesús. Para probar más esto, la Biblia dice que después del tiempo del milenio la tierra volverá a tener otra reestructuración más, esta es la que describe el Apóstol Pedro al decir:
“… los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas”.
(2 Ped 3:10)
Después del milenio la tierra tendrá tal reestructuración que dice Apocalipsis 21:1 “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más”. El planeta tierra seguirá siendo el mismo, pero será reestructurada al punto que el mar y muchas cosas de la naturaleza ya no serán las mismas. El universo mismo tendrá cambios; la tierra ya no recibirá la luz del sol de la manera que lo hecho hasta el día de hoy, pues dice Apocalipsis 22:5
“No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos”.
Esto quiere decir que el nuevo sistema de Dios traerá también nuevos cambios estructurales a la tierra cuando Él implante Su nuevo sistema. Notemos entonces que los cielos nuevos y la tierra nueva para el Señor es un asunto de cambio de sistema, porque la tierra en la que vivimos es eterna, pero será reestructurada y reprogramada conforme al sistema del Reino de Dios.
Creo que con este ejemplo podemos captar que, tal y como le ha de suceder al planeta en el que habitamos, igualmente nos deberá acontecer a nosotros en lo personal. Al decir la Biblia, que nos han dado nuevas todas las cosas, no se está refiriendo a hacer cambios externos diametralmente opuestos a lo que hoy tenemos, si no que vivamos en una nueva forma de vida, ya no programada al mundo, si no nueva en el sentido de que somos parte del Reino de Dios.
Talvez alguien carnal cuando piensa en todas las cosas nuevas, puede pensar en otra esposa, en otra casa, etc. Esto puede ser considerado como una broma, pero vale la pena aclararlo por causa de los herejes que se aprovechan de estos versos para distorsionar la verdad. Imagínese, si fuera así, también deberíamos cambiar no sólo la esposa, si no los hijos, los padres, etc. ¡Imposible! Ahora bien, sí es cierto que al decir “todas las cosas”, esto implica que todo en nuestra vida debe ser reprogramado y reestructurado, allí si incluyamos madre, padre, hijos, esposa, cultura, hábitos, deseos, etc.
Espero que entendamos cómo puede operar lo nuevo en Cristo y cómo podemos soltar el pasado. El pasado es inexistente para Dios desde el día que nos convertimos; pero ahora debemos vivir sabiendo que las cosas son nuevas en nuestra vida en cuanto a programación y reestructuración. Recordemos que la mayoría de las cosas no serán cambiadas en una forma de quitar y poner, si no en el sentido del sistema en el que estas se encuentran. ¡Dios les bendiga!
Apóstol Marvin Véliz
.muy claro menseje Dios lo bendiga
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