UN PROBLEMA DEL SER HUMANO: NO SABE QUÉ HACER CON SU EXPERIENCIA INTERIOR POR LO CUAL LA EVADE.
En fechas anteriores he hablado sobre esa tendencia natural caída de estar siempre viviendo hacia afuera. Esa actitud de estar viviendo hacia afuera no es más que vivir de todos esos programas emocionales, los cuales no sabemos siquiera por qué los tenemos.
En un verso del Antiguo Testamento dice: “el impío huye sin saber quién lo persigue”, y muchas veces tenemos esa sensación de salir, de huir, de irnos, de querer ser fugitivos de los temores, de nuestras cárceles interiores, las cuales como ya dijimos anteriormente, ni siquiera sabemos por qué existen; simple y sencillamente nuestro interior es el lugar donde menos nos gusta estar, y lastimosamente para muchos es el lugar donde más tenemos que estar, nos guste o no, nuestro interior es el lugar donde más estamos.
Ahora vamos a ver otro problema y es: “No saber cómo conducirnos o qué hacer en esa experiencia de nuestra vida interior”. Como hijos del Señor sabemos que no podemos estar en esa condición, sabemos que tenemos que retornar, pero nuestro gran problema increíblemente como cristianos es, que al conducirnos hacia nuestro interior no sabemos qué hacer con esa experiencia interior. En otras palabras nos asusta volvernos a nuestro interior. Y encontramos nuestro interior en el ausentismo de nuestro Dios, volvemos a nuestro interior y nos da miedo lo que en la realidad experimentamos porque en el fondo nos damos cuenta que las cosas no han cambiado mucho, aún y cuando conocemos al Señor. Por eso hermano como creyentes debemos entender primero que el Señor no está en nuestro exterior. Eso a nosotros nos ha costado asimilarlo, principalmente cuando vemos el Evangelio propuesto por la astucia de los hombres que todo lo sustenta en lo externo, pues el ser caído, el ser natural busca hacia afuera, y lo que no quiere es afrontar su realidad interna, y el Evangelio trastocado o corrompido es aquel que nos dice: “Dios está afuera”, en realidad nos están enseñando a buscar un Dios externo, en las emociones o sensaciones externas como por ejemplo: la danza o el canto en la Iglesia, nos están enseñando a entretenernos en estas actividades, y nos vuelven cristianos activistas, dependientes de los milagros exteriores que se pueden experimentar de Dios, y que nos hacen creer que Dios es un Dios del exterior. Eso hermano indudablemente es una doctrina completamente equivocada, yo no estoy diciendo que Dios no se pueda manifestar en algún milagro, o que no pueda hacer algo en lo exterior, pero la conducta de nuestro Dios en la relación que Él tiene con nosotros no es así.
Si nosotros miramos la Escritura por ejemplo en Juan 7:37
V.37 En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. V.38 El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.
Entonces cuál es la experiencia de aquel que ha creído en el Señor? Que de lo más profundo de su ser corran ríos de agua viva. Y por ejemplo en Juan 4:14 encontramos esa frase famosa que le dijo a la samaritana
V.14 Mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.
Entonces la relación que Dios establece con nosotros los creyentes es una fuente de agua que brota para experimentar la Vida Divina en nosotros. Bajo ningún punto de vista el Señor es un Dios que brota para el exterior. Por favor nunca vaya a decir que Dios no puede hacer nada afuera o que Dios no puede partir el mar así como lo hizo con el Mar Rojo. El Señor puede hacer caer pan del cielo, El Señor puede hacer milagros como lo hizo a través de Jesús, a través de Pedro, y a través de todos los apóstoles, pero la experiencia divina no es de un Dios externo, sino que es de un Dios interno, eso tenemos que saberlo claramente. Si lo que queremos es crecer en el Señor debemos entender y aceptar esa realidad, porque el que no entiende esto, tarde o temprano cuando el Señor deje de obrar los milagros maravillosos de los que él está dependiendo tambaleará en la fe. Hasta a Israel hermano que entraron en la tierra de Canaán se les acabó la nube, se acabó la columna de fuego, se acabó el maná, se acabaron esas cosas grandes, las sandalias que usaban se comenzaron a desgastar, los vestidos que utilizaron se comenzaron a desgastar; el Señor hizo que Israel, al entrar en la tierra de la abundancia (Canaán), dejara de ver un montón de milagros externos que tuvieron por 40 años mientras caminaban por el desierto.
Amados lectores si de verdad anhelan crecer en el Señor, deben de entender primero que nuestro Dios no es un Dios del exterior sino es un Dios del interior, por esa razón nos urge retornar a nuestra vida interior para que crezcamos genuinamente.
Apóstol Marvin Véliz
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