¿QUÉ HIZO DIOS POR MEDIO DEL ESPÍRITU SANTO EL DÍA DE PENTECOSTÉS?
Quisiera a través de este artículo mostrarles la obra maravillosa que el Señor realizó en los discípulos el día de Pentecostés.
Vemos primeramente que el Señor bautizó a todos en el Espíritu Santo, cuando dice la Escritura que se oyó una ráfaga de viento recio que llenó toda la casa y en ese mismo instante el Señor bautizó en el Espíritu, eso significa sumergir en el Espíritu. El Señor tomó a esos 120 y los sumergió en el Espíritu, fueron bautizados para constituir un solo cuerpo, como dice 1ª Corintios 12:13
“Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu”.
Y el Señor no bautizó solamente a esos 120 sino aplicó a toda la iglesia ese bautismo, de manera que, lo primero que hizo el Señor fue elevar la dimensión en la cual ellos estaban perseverando a una realidad espiritual. Los discípulos obedientemente se congregaban, y procuraban estar en unidad, pero cuando vino el Espíritu Santo eso se hizo real para con Dios. O sea, Dios vino y dijo “estos están tocando a la puerta, ahora yo les abro la puerta y los meto”, cuando vino el Espíritu Santo, las reuniones que ellos tenían se transformaron en una realidad, porque ahora estaban en la dimensión del Cuerpo de Cristo, se hizo una realidad la unidad, porque ahora ellos eran uno en Cristo Jesús.
Entonces lo primero que hace el Señor cuando nos va a visitar, es hacernos tangibles la realidad espiritual, como lo hizo para Moisés en el terreno de Dios cuando vio una zarza que no se consumía con el fuego, como le pasó a Josué cuando dice la Escritura que a lo lejos vio un extraordinario guerrero con la espada desenvainada y entendió que era el ángel de Jehová y se postró y adoró, bendito el Señor que cuando viene empieza a operar de una manera sobrenatural en nosotros, de tal manera que provoca muchas cosas entre nosotros, entre ellas, llenarnos del Espíritu, pero también darnos la sensación, darnos a probar la realidad espiritual de las cosas que nosotros creemos, por eso dice la Escritura que la fe es la certeza de lo que se espera y es la experiencia, la convicción, la esencialidad de lo que no vemos, pero que si lo podemos de alguna manera palpar a nivel espiritual.
Entonces llega el Espíritu Santo envuelve a los creyentes, los bautiza en esa dimensión del Cuerpo y ahora para los discípulos, la reunión ya no es solo la reunión, ahora para los discípulos la reunión es la vida del Cuerpo de Cristo, ahora para los discípulos los hermanos que estaban viendo eran Cristo mismo, para ellos lo que estaban practicando, lo que creyeron por fe ahora se les estaba haciendo una realidad, espiritualmente hablando lo estaban tocando. Si nosotros hemos de testificar del Señor Jesucristo tenemos una vez más que tocar la esencialidad de la dimensión de Dios. Eso es lo que nos hace falta, hablar con propiedad, ya no decir solamente “Cristo es la paz” sino “CRISTO ES MI PAZ”, sentirlo, vibrar por ello, emocionarnos por ello, ser expresivos, ser de verdad testigos, no comunicadores. El comunicador puede hablar cualquier cosa, el testigo habla de lo que experimentó, el Señor no nos mandó a ser repetidores del Evangelio sino testigos de Él, y para eso tiene que venir un obrar del Señor y sentirnos nosotros que estamos caminando en otra dimensión, que estamos en el Reino de Dios, no que estamos metidos en la habitación donde estamos, sino que estamos tocando tierra Santa, que si estamos con algún hermano, estamos con la Iglesia y si está con la Iglesia está con Cristo porque donde 2 o 3 están reunidos en su nombre ahí está Él en medio de ellos, necesitamos que la Vida Divina, que el Reino de Dios baje a nosotros, necesitamos que la Iglesia vuelva a gritar “¡Venga a nosotros tu Reino!”, necesitamos pararnos en ese terreno, que la Gloria del Señor nosotros la podamos ver y decir como dijo Juan “Y vimos su gloria”, necesitamos realidad espiritual, no solamente estudio tras estudio, doctrina tras doctrina, necesitamos saber que en cada reunión de Iglesia nos fuimos a juntar con Jesús, porque eso es y eso sucedió el día de Pentecostés.
Por eso es maravilloso ver que el Señor dijo: “Yo me voy, pero no os dejaré huérfanos, vendré a vosotros una vez más”, él estaba hablando del consolador que era el Espíritu Santo, el “paracleto” (significa “consolador” en el griego), pero ¿por qué dice “el otro”? porque el primer consolador era Él mismo, Él estuvo con los discípulos, pero el Espíritu iba a darle continuidad a Su ministerio, ¿Qué es entonces la venida del Espíritu Santo? Es la habilitación de nuestra comunión con el Señor, si usted está siendo visitado por el Espíritu Santo usted tiene que volver a percibir que el Señor camina con usted, vive con usted, habla con usted, duerme con usted, que está con usted, necesitamos una vez más ese poder Pentecostés, que una vez más podamos no solamente cantarlo sino vivirlo, como ese hermoso coro: “Divino compañero del camino, tu presencia siento yo al transitar”, que Dios nos vuelva a meter a esa realidad, que el Espíritu Santo sea la continuidad de la vida con Jesús. No añoremos haber estado hace 2000 años y ver al Señor, Pablo dijo “Y si conocimos a Cristo según la carne, ya no lo conocemos así”, eso no es lo más importante porque el consolador es el que trae la esencialidad de Jesús, es el que nos pone al Jesús Espíritu, el que nos hace ver con Su poder que nuestros hermanos son Cristo mismo, es el que nos abre los ojos para poder contemplar el Mahanaim que necesitamos ver, como el Mahanaim que vio Jacob cuando iba en su peregrinaje con el campamento físico que llevaba, más le abrió Dios los ojos y le mostró un campamento de ángeles que también cabalgaban a la par de él y dijo “esto es Mahanaim”, necesitamos la unción, la Gracia y el Poder del Espíritu para volver a ver eso mismo, para saber que en medio de como vivimos y como estamos, el Dios del cielo camina con nosotros, para que nos demos cuenta y podamos decir igual que el profeta “Y vive Jehová delante de quien estoy”, que podamos decir igual que Jesús “Yo ya no estoy en el mundo” en su famosa oración intercesora en Juan 17, frase que fue dicha por Él, porque estaba tocando los territorios celestiales.Entonces Dios por medio del Espíritu ese día, bautizó, pero además llenó a los discípulos.
Hace años nos invitaron, cuando era líder juvenil en Elim de Guatemala, a un grupo de jóvenes y a mí a predicar a la Iglesia de Zacapa, que es un lugar con un clima muy caliente, y yo estaba acostumbrado al frío de la capital, al siguiente día de llegar, me tomé unas 27 sodas en todo el día, al momento de tomarlas sentía delicioso por lo frías que estaban, pero a los pocos momentos otra vez tenía sed. A veces nosotros así estamos en Cristo tomando sodas religiosas que nos fascinan, pero que no nos damos cuenta que a cada rato nos provocan sed, pero en el fondo no es ni siquiera eso, sino que, no nos quitan la sed. La llenura del Espíritu Santo tiene como objetivo de Dios el saciarnos, pero además darnos poder, cambiar esa debilidad, ese conflicto, ese interior que no puede ser transformado sino solamente por él “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Por eso tenemos que volver a gritar (aunque seamos mediocres los que estamos hablando), aunque nos haga falta ese poder y esa unción debemos de proclamar que necesitamos, como Iglesias, como creyentes, ser llenos del Espíritu Santo, no más doctrina y no que esté en contra de la doctrina, no más estudios y sigámoslos haciendo, pero necesitamos ser llenos del Espíritu Santo.
En resumen, el Espíritu Santo trajo la realidad por medio del bautismo con el Espíritu y llenó a los discípulos, en otras palabras, los sumergió y los llenó por dentro. ¡Qué experiencia!, después de esto entraron en una nueva dimensión.
Apóstol Marvin Véliz
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