CAYENDO NUEVAMENTE EN LOS RUDIMENTOS DEL MUNDO.
Dice Colosenses 2:8
“Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo”.
Si le preguntáramos a la mayoría de creyentes qué son los “rudimentos del mundo” que se menciona en este pasaje, seguramente la mayoría dijera que se trata de aquellas cosas inmorales que practican los hombres. Sin embargo, el apóstol Pablo estaba haciendo referencia a otra cosa. Dice Colosenses 2:20
“Pues si habéis muerto con Cristo en cuanto a los rudimentos del mundo, ¿por qué, como si vivieseis en el mundo, os sometéis a preceptos 21 tales como: No manejes, ni gustes, ni aun toques 22 (en conformidad a mandamientos y doctrinas de hombres), cosas que todas se destruyen con el uso? 23 Tales cosas tienen a la verdad cierta reputación de sabiduría en culto voluntario, en humildad y en duro trato del cuerpo; pero no tienen valor alguno contra los apetitos de la carne”.
En estos versos el apóstol Pablo nos aclara qué son los rudimentos del mundo. En primer lugar, dice que hemos muerto con Cristo en cuanto a los rudimentos del mundo. Este pensamiento lo podemos hilvanar con lo que dice Romanos 7:4
“Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo…”.
Note que en un pasaje dice que hemos muerto a los rudimentos del mundo, y en el otro dice que hemos muerto a la ley. Debemos hacernos una pregunta: ¿La ley que es justa, santa y buena, son los rudimentos del mundo? ¡No! Debemos leer bien lo que nos dice el apóstol Pablo. Lo que él está diciendo es que el mal uso de la ley se convierte en un rudimento mundano (leamos nuevamente lo que dicen los v:21-23). Un cuchillo en manos de una cocinera es un utensilio de cocina, pero un cuchillo en manos de un asaltante, se convierte en una herramienta para muerte. Así también nosotros debemos acabar, no con la ley, sino con el mal uso que hemos hecho de ella. Genéticamente, todos hemos edificado nuestras vidas en estos rudimentos mundanos, y el resultado ha sido nefasto.
Dice también Gálatas 4:1
“Pero también digo: Entre tanto que el heredero es niño, en nada difiere del esclavo, aunque es señor de todo; 2 sino que está bajo tutores y curadores hasta el tiempo señalado por el padre. 3 Así también nosotros, cuando éramos niños, estábamos en esclavitud bajo los rudimentos del mundo. 4 Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, 5 para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos”.
Una vez más en estos versos aparece la frase de “los rudimentos del mundo”, y el apóstol dice claramente que “todos” estábamos esclavizados a los rudimentos del mundo. En otras palabras, todos los hombres se vuelven esclavos del mundo al hacer una mala praxis de la ley. El Señor en Su grande misericordia vino a redimirnos, es decir, vino a pagar el precio para abolir la esclavitud a la que estábamos sujetos. Él ya nos hizo libres de los rudimentos de la ley. ¡Aleluya! Sí debemos buscar la santidad, pero no bajo estos rudimentos mundanos. Nunca vamos a predicar un evangelio de libertinaje, pero tampoco vamos a seguir enseñanzas legalistas. El Evangelio de Cristo nos debe liberar, no sólo del pecado, sino también de este fundamento antiguo y caduco de Ley. Debemos de dejar de ser niños espirituales, esclavos de los rudimentos de ley; y avanzar hacia la madurez en Cristo, que consiste en una liberación y transformación de nuestro ser por el medio lícito que Dios nos ha dejado ahora en el Nuevo Pacto. Si haciendo uso de la gracia fracasamos, pues, levantémonos en el Nombre del Señor una vez más, y las veces que sean necesarias. Ya no caigamos en la trampa de retornar al fundamento de ley, pues, dice Gálatas 5:4
“De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído”.
¡No nos apartemos de la gracia!
El Nuevo Pacto tiene un fundamento de gracia, es decir, ya no somos justificados por obras, sino únicamente por creer. La gracia es un regalo, no debemos hacer obras para merecerla, sólo debemos abrirla a manera de un regalo y hacer un buen uso de ella. Por esta razón el Señor nos dejó Las Escrituras, para que entendamos cómo hacer uso de la gracia, y desechemos el cimiento antiguo y caduco de ley.
Apóstol Marvin Véliz
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