Ir al contenido principal

Lo primero que tenemos que hacer al venir al Señor es dejar todo aspecto de ley, y vivir en libertad

 

Lo primero que tenemos que hacer al venir al Señor es dejar todo aspecto de ley, y vivir en libertad


Si usted no aprende a vivir en libertad, no podrá vivir realmente la Vida en el Señor. Dice Gálatas 5:13 

“Porque vosotros hermanos, a libertad fuisteis llamados…”. 

En la misma carta también encontramos una analogía de cómo debemos considerarnos libres. Al respecto dice Gálatas 4:22 

“Porque está escrito que Abraham tuvo dos hijos; uno de la esclava, el otro de la libre. 23 Pero el de la esclava nació según la carne; mas el de la libre, por la promesa. 24 Lo cual es una alegoría, pues estas mujeres son los dos pactos; el uno proviene del monte Sinaí, el cual da hijos para esclavitud; éste es Agar. 25 Porque Agar es el monte Sinaí en Arabia, y corresponde a la Jerusalén actual, pues ésta, junto con sus hijos, está en esclavitud. 26 Mas la Jerusalén de arriba, la cual es madre de todos nosotros, es libre”. 

¡Aleluya! ¡Somos hijos de Dios por el Nuevo Pacto, somos hijos de la libertad! Si hemos de cimentar nuestra vida en Cristo, debemos ser libres, no debemos volver a los aspectos de ley. El legalismo para nada es un rasgo espiritual. Muchos creyentes con el pasar de los años se vuelven legalistas “espirituales”, pues, piensan que de esa manera van a alcanzar muchas cosas en Dios. Hay los legalistas “en la carne”, éstos son aquellos cimarrones que se proponen en sí mismos dejar de hacer cosas malas, con el fin de ser bien vistos delante de los hombres. Pero los legalistas “espirituales” son aquellos que tratan de hacer lo bueno, pues, creen que con eso van a obtener el favor de Dios. Ningún tipo de legalismo es un buen cimiento para nuestra vida, al contrario, es un elemento del cimiento antiguo que debemos eliminar. El Señor nos llamó a libertad, por lo tanto, debemos vivir en libertad. El apóstol Pablo sabiamente dijo: 

“Porque vosotros hermanos, a libertad fuisteis llamados; sólo que no uséis la libertad como oportunidad para la carne, sino servíos los unos a los otros por medio del amor” 
(Gálatas 5:13). 

La libertad tampoco es libertinaje. La libertad consiste en poder amarnos y servirnos los unos a los otros. ¡Somos libres en Cristo Jesús! ¡Aleluya!

Uno de los estragos que nos ha causado la religión, a través de las estructuras religiosas a las que hemos pertenecido, es que ella nos enseña a vivir de manera legalista. Con el pasar de los años aprendemos a someternos a mandamientos de hombres, y fincamos nuestra vida y nuestras acciones en el “qué dirán”. Ya dejemos de vivir subyugados por el criterio de los hombres que nos dicen: no gustes, no toques, etc. Dice 1 Corintios 7:23 

“Por precio fuisteis comprados; no os hagáis esclavos de los hombres”. 

Es necesario aprender a vivir en la libertad con la que Cristo nos hizo libres. Hay creyentes que se escandalizan cuando escuchan que es necesario vivir en libertad, porque asocian la libertad con el libertinaje. Jamás vamos a predicar que debemos vivir en libertinaje, pero si por anunciar que debemos vivir en libertad nos han de acusar de ser ministros de pecado, pues allá cada quien. El Evangelio que queremos predicar es aquel que nos lleve a una verdadera liberación, y que dé como resultado la santificación. No vamos a corrompernos en el pecado, pero tampoco caeremos en la trampa de volvernos legalistas. Los aspectos de ley no le han traído liberación y transformación a nadie. Ya debemos hartarnos de vivir bajo legalismo. El Evangelio no es una imposición de normas y leyes al gusto y criterio de los hombres.

Todos los que venimos al Señor debemos reconocer que estamos enfermos, que somos pecadores, que somos necesitados, y si no nos sentimos de esta manera, no somos dignos de estar en este Camino. El Señor Jesús dijo: 

“12 Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. 13 Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento” 
(Mateo 9:12–13). 

Lo primero que tenemos que hacer para alcanzar una verdadera transformación es vivir en la libertad con la que Cristo nos hizo libres. Aprendamos a saltar de gozo, disfrutemos que estábamos perdidos y que el Señor nos encontró. No le hagamos caso a las acusaciones, o “comentarios” de la gente, ni siquiera a lo que nuestra propia familia diga o exija de nosotros. Hay padres que cuando el hijo “rebelde” se convierte al Señor, al nomás terminar la reunión le empiezan a decir: “Hijo, ahora que te convertiste, tienes que dejar de hacer esto y aquello porque es malo, y tienes que empezar a hacer esto y lo otro, etc.” ¡No! ¡Cuidado! ¡El Evangelio no trabaja de esa manera! Deje que los creyentes recién convertidos al Evangelio disfruten de la libertad con la que el Señor los hizo libres. El Evangelio no es un cúmulo de restricciones, ni tampoco son cargas pesadas difíciles de llevar. Los que conocemos al Señor debemos sonreír, debemos ser alegres, debemos ser libres de la ley.

Apóstol Marvin Véliz

Comentarios

Entradas populares de este blog

SUBIR AL MONTE Y EDIFICAR EL TEMPLO

SUBIR AL MONTE Y EDIFICAR EL TEMPLO Quiero empezar este artículo dando un pequeño contexto del pasaje que acabamos de leer. El profeta Hageo profetizó en los tiempos en los que los hijos de Israel regresaron de la deportación de Babilonia, después de setenta años. Cuando los israelitas regresaron a su tierra, toda la nación, incluido el templo, estaba en una total ruina. La mayoría del pueblo volcó su mirada a sus propias necesidades, pues, éstas eran más que obvias; pero dejaron a un lado la reconstrucción del templo de Dios. Fue en ese ambiente que el Señor levantó a Hageo y a Zacarías para que profetizaran al pueblo y lo estimularan a darle prioridad a la construcción de la casa de Dios.  El panorama que nos presenta Hageo en su libro, especialmente en el primer capítulo, se ajusta como un buen ejemplo, espiritualmente hablando, a la situación que como pueblo de Dios podemos llegar a vivir. Ciertamente el Señor nos ha sacado de la esclavitud de este mundo y nos ha tras

LA NECESIDAD DE SER DILIGENTES

LA NECESIDAD DE SER DILIGENTES INTRODUCCIÓN: Quiero empezar por decir que la diligencia es más que básica y necesaria para servirle al Señor. Recordemos que el servicio al Señor está relacionado con la Vida divina, y no sirve de nada que prediquemos y expliquemos que Cristo es el Salvador, si no impartimos Vida entre los hombres. Dios nos llamó a ser impartidores de algo intangible, así es Su naturaleza. Debemos tener conciencia que la Vida Eterna es la realidad más grande que el hombre puede alcanzar en este mundo, y a la vez, lo que nosotros debemos poner al alcance de los hombres. Dice  La Escritura en Juan 1:17 “Porque la ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad fueron hechas realidad por medio de Jesucristo” . Es, precisamente, en este punto donde la diligencia se vuelve un factor de mucha importancia, pues para mantener el fluir de vida necesitamos ser diligentes, sólo de esta manera la vida de Dios estará activa en nosotros. Leamos los siguientes

CÓMO DESPOJARNOS DEL VIEJO HOMBRE

CÓMO DESPOJARNOS DEL VIEJO HOMBRE El Apóstol Pablo dice en Efesios 4:19   “y ellos, habiendo llegado a ser insensibles, se entregaron a la sensualidad para cometer con avidez toda clase de impurezas. v:20  Pero vosotros no habéis aprendido a Cristo de esta manera, v:21  si en verdad lo oísteis y habéis sido enseñados en El, conforme a la verdad que hay en Jesús, v:22  que en cuanto a vuestra anterior manera de vivir, os despojéis del viejo hombre, que se corrompe según los deseos engañosos” . Pareciera que estos versos son una contradicción, ¿Acaso Cristo no solucionó con anterioridad el asunto de nuestro viejo hombre? ¿Acaso no fuimos libres en Cristo de nuestro pasado, o tenemos que obrar para alcanzar esa liberación? Ciertamente aquí vemos en escena al viejo hombre, pero antes de ver la existencia del viejo hombre del creyente, investiguemos qué quería darnos a entender  el apóstol Pablo al decirnos: “despojaos del viejo hombre”. En torno a esto dice Romanos 6:6  sa