SÓLO POR MEDIO DE LA REVELACIÓN PODEMOS DISFRUTAR
LAS RIQUEZAS DE SU GLORIA
PARTE I
Efesios 3:14
“Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, 15 de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, 16 para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; 17 para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, 18 seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, 19 y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios. 20 Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, 21 a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén”.
Acá el apóstol Pablo nos muestra cuan grandes beneficios nos trae la revelación del Plan Eterno de Dios. Cuando hablamos de beneficios, nos referimos a los dividendos que vienen de manera física, o como añadiduras que vienen de parte de Dios, tales como la prosperidad, la salud, el gozo, y otras tantas cosas más que vienen de manera colateral, a la bendición central que el Padre nos ha dado en Cristo Jesús.
Nosotros debemos fincar nuestra vida espiritual, precisamente, en esta revelación que nos da el apóstol Pablo. Es tan necesaria la revelación para la Iglesia, que dice Efesios 1:15
“Por esta causa también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús, y de vuestro amor para con todos los santos, 16 no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones, 17 para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, 18 alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos”.
Pablo dice que su oración es que a la Iglesia le sea revelado Cristo (el misterio), y también que conozca las riquezas que produce tener dicha revelación. En la carta a los Efesios, en dos ocasiones el apóstol Pablo hace mención de sus oraciones, y nunca vemos que él haya orado para que Dios bendijera los matrimonios, tampoco leemos que haya orado por la salud, o para que los hermanos prosperaran económicamente, sino que sus oraciones estaban centradas en que los santos fueran iluminados, y que tuvieran espíritu de sabiduría y revelación en el conocimiento de Él.
Si la revelación del Señor se arraiga en nuestros corazones, podemos disfrutar la Vida de Dios que está en Su Cuerpo (que es la Iglesia), sin depender necesariamente de los hermanos que conforman la Iglesia local. Si no tenemos una revelación profunda acerca de la Iglesia, seremos como las muchas personas que se mantienen fieles a su congregación toda vez y cuando los hermanos los amen, los atiendan, y los auxilien; el problema para ellos surge cuando se manifiesta la humanidad, cuando inevitablemente ven el lado carnal de los hermanos, esa parte que no manifiesta a Cristo. En el Antiguo pacto vemos que Dios sacó a Israel de Egipto para llevarlo a una tierra que fluía leche y miel. Ellos pasaron muchos años tratando de conquistar esa tierra a plenitud, sin embargo, hubieron zonas que nunca las tomaron a causa del desánimo que les venía al ver los gigantes que habían en esas ciudades. A nosotros nos pasa lo mismo en nuestra vida personal, vemos muchas áreas carentes de la Vida de Cristo, y de igual manera vemos esa carencia cuando nos reunimos con nuestros hermanos. Cuando sale a luz la carne de los hermanos, muchos tienden a desanimarse, a sentirse frustrados, y lo primero que piensan es en ya no congregarse. La revelación del Cuerpo de Cristo debe ser profunda en nuestro corazón, y no debe depender de las virtudes, o defectos de los santos. ¿Si usted va caminando en la calle, y ve a un hombre harapiento, sucio, y mal oliente en extremo, no es cierto que hasta se cambiaría de acera con tal de no pasar cerca de él?, pero ¿haría lo mismo si ese hombre fuera su hijo? ¿Acaso, el hecho de saber que ese hombre es Su Hijo, no le haría cambiar su actitud hacia él? El escenario es el mismo, la condición de ese hombre es deplorable, y estar cerca de él le va a causar náuseas, pero lo soportará a causa de saber que ese hombre es su sangre. Lo mismo sucede en el Cuerpo de Cristo, no todo es color de rosa, tarde o temprano veremos el lado humano de los hermanos, pero si tenemos la revelación del Señor bien arraigada en nuestro interior, podremos mantenernos fieles a la congregación, y ese cambio de actitud nos permitirá aprovechar lo que Dios nos ha dado a través de los santos. Tengamos en cuenta que Dios decidió suscribir Sus riquezas a la bendita revelación de Cristo y la Iglesia. Las verdaderas riquezas del Señor se activan cuando nosotros nos enganchamos a la Iglesia. Si usted es un miembro aislado, que no comparte con los hermanos, que no procura la comunión, ni la capacitación de los ministerios que Dios ha dejado en Su Cuerpo, está perdiendo la heredad que Dios le ha dado, y por más que Él haya querido bendecirlo más allá de lo que se imagina, no podrá disfrutarlo.
Luego dice Efesios 1:16
“… para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu”.
Podemos entender por La Escritura que el hombre interior es nuestro espíritu. Cuando nos convertimos al Señor, Él llega a morar a nuestro espíritu, en ese momento lo recibimos como “Vida” divina; pero conforme vamos creciendo espiritualmente, nuestro espíritu va tomando posición de toda las facultades de nuestro ser, de modo que Cristo se convierte en nuestro “Vivir”, en nuestra vida natural.
Obviamente, lo primero que necesitamos como creyentes es que nuestro espíritu se nutra.
Apóstol Marvin Véliz
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