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Mostrando entradas de agosto, 2021

“Y YA NO VIVO YO”

“Y YA NO VIVO YO” Dice Gálatas 2:20  “y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, quien me amó, y se entregó a Sí mismo por mí”. Lo que nos quiso dar a entender el apóstol Pablo con la frase “YA NO VIVO YO”, es que debemos ceder ante la operación de Dios, en la cuál él quiere desmantelar nuestro “Falso Yo”. Podemos definir al “Falso Yo” como la personalidad que desarrollamos a lo largo de nuestra vida, y a nuestro antojo, en lugar de ser la imagen y semejanza de Dios. Todos tenemos un “Yo original” y un “Falso Yo”. El “yo” al que está haciendo referencia el apóstol Pablo en este verso es lo que en términos de psicología se le denomina “falso yo”. Este “yo” es el ser que resulta de los tantos programas emocionales que se gestan a lo largo de nuestra vida. Y se le llama “Falso yo” porque es lo que vivimos todos los seres humanos de una manera inconsciente; es la versión “mejorada” que creamos de nosotros mismos, con el

LA NATURALEZA DE BAJEZA EN LA QUE HABITAMOS

LA NATURALEZA DE BAJEZA EN LA QUE HABITAMOS En el Nuevo Testamento vemos como el apóstol Pablo tuvo que salir en defensa del Evangelio, puesto que en su tiempo ya habían muchos religiosos que se habían levantado en contra del Evangelio que él predicaba. Al leer la Biblia vemos que Pablo fue un pionero del Evangelio, él edificaba Iglesias, estaba con los hermanos un tiempo, pero después salía a la obra misionera. En esos tiempos que él dejaba las Iglesias, llegaban otros creyentes provenientes de Jerusalén, los cuales, en su mayoría eran “judaizantes”, es decir, creyentes judíos que predicaban a Cristo con un mal fundamento, porque instigaban a los creyentes “gentiles” a observar la Ley. Dice Gálatas 2:15  “Nosotros, judíos de nacimiento, y no pecadores de entre los gentiles, 16 sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley

SER LA IGLESIA, Y PARTICIPAR DE LA IGLESIA SON DOS COSAS MUY DISTINTAS

SER LA IGLESIA, Y PARTICIPAR DE LA IGLESIA SON DOS COSAS MUY DISTINTAS Al creer en Cristo, somos salvos, nuestro espíritu es regenerado, nos afilian a la familia divina, y nos bautizan en el Cuerpo de Cristo; en otras palabras, venimos a ser miembros de Su Cuerpo. El Cuerpo de Cristo (que es la Iglesia) es Universal, intangible, invisible, pero existe, es real, sólo que aquí en la tierra necesita una entidad física que lo manifieste y lo exprese. El Cuerpo de Cristo es amplio, todo el que cree en Jesús puede ser un hijo de Dios, sea así católico, evangélico, luterano, etc. si cree en el Señor es salvo, y por lo tanto, es un miembro de Su Cuerpo. Ahora bien, una cosa es ser parte de la Iglesia, y otra cosa es participar de la Iglesia. En palabras más didácticas podemos decir que, todos los hijos de Dios somos parte de la Iglesia Universal, pero no necesariamente todos estamos participando de ella. La Iglesia y las Iglesias locales son dos temáticas muy diferentes; si bien es cierto, amb

NO NOS ENGAÑEMOS CREYENDO QUE SOMOS MEJORES QUE OTROS

NO NOS ENGAÑEMOS CREYENDO QUE SOMOS MEJORES QUE OTROS En la Biblia encontramos la historia de Jacob, un hombre que su mismo nombre delataba lo que era. Jacob quiere decir: “el que toma por el talón”, “suplantador”. Sin embargo, a este hombre le costó aceptar que su nombre reflejaba su condición caída. En la mente de Jacob, tal vez lo único malo que había hecho en toda su vida era engañar a su padre para obtener la bendición de la primogenitura, pero a parte de eso, él se consideraba una buena persona. Con el pasar de los años, él vio errores en su madre, en su hermano, en su suegro, en sus mujeres, etc., menos en él mismo. Fue hasta aquella experiencia en la que él luchó con Dios que su situación cambió. La historia dice que en lo más álgido de la pelea, Dios le preguntó: “¿Cuál es tu nombre?”, y fue hasta ese momento que Jacob reconoció que era tal cual, lo que su nombre significaba. En ese momento empezó su liberación. A Jacob le llevó muchos años reconocer que se había engañado a sí