“Y YA NO VIVO YO”
Dice Gálatas 2:20
“y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, quien me amó, y se entregó a Sí mismo por mí”.
Lo que nos quiso dar a entender el apóstol Pablo con la frase “YA NO VIVO YO”, es que debemos ceder ante la operación de Dios, en la cuál él quiere desmantelar nuestro “Falso Yo”. Podemos definir al “Falso Yo” como la personalidad que desarrollamos a lo largo de nuestra vida, y a nuestro antojo, en lugar de ser la imagen y semejanza de Dios.
Todos tenemos un “Yo original” y un “Falso Yo”. El “yo” al que está haciendo referencia el apóstol Pablo en este verso es lo que en términos de psicología se le denomina “falso yo”. Este “yo” es el ser que resulta de los tantos programas emocionales que se gestan a lo largo de nuestra vida. Y se le llama “Falso yo” porque es lo que vivimos todos los seres humanos de una manera inconsciente; es la versión “mejorada” que creamos de nosotros mismos, con el fin de ocultar nuestros traumas y conflictos emocionales.
Al convertirnos al Evangelio nuestra manera de vivir cambia porque el Señor ya no nos da el espacio para vivir según nuestro falso “yo”. En La Escritura vemos el caso de Zaqueo, un hombre que fue encontrado y visitado por el Señor, y luego de eso ya no tuvo espacio para seguir viviendo de la misma manera. El Señor Jesús impactó tanto la vida de Zaqueo, que de su boca salieron las siguientes palabras:
“He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado”
(Lucas 19:8).
Qué impacto tuvo el Señor sobre la vida de Zaqueo. Éste hombre sabía el problema que tenía en cuanto al dinero, pero ante esa experiencia con la Vida Divina ya no pudo seguir viviendo igual; a eso se refiere la frase “Ya no soy yo el que vive”. Si venimos a Cristo, y nos paramos en el cimiento adecuado, seremos liberados de la careta de hipocresía que se ha forjado en nosotros por medio del “falso yo”.
Para los lectores de la Biblia, el “falso yo” es sinónimo de lo que el apóstol Pablo le llama “El Viejo Hombre”. El Falso Yo es la antigua manera de vivir que tenemos antes de venir al Señor. La antítesis del “Viejo hombre” es el “Nuevo hombre" que surge al creer en el Evangelio. Un nuevo “Yo” surge en nosotros al experimentar la operación del Nuevo Nacimiento. La Vida de Cristo en nosotros viene a ser como una pequeña semilla, la cual tiene el potencial de convertirse en un gran árbol. En lo natural vemos como algunos árboles empiezan a crecer tanto, que cuando crecen rompen el piso de las casas, dañan las paredes, y si no los talan, siguen causando severos daños a la casa. Así quiere y puede ser la Vida de Cristo en nosotros (en un sentido positivo). El Señor quiere vivir y crecer en nosotros, así como un árbol, al punto que Su Vida derribe nuestro Falso Yo, y luego Él viva en nosotros. Desde el día que nos convertimos al Señor, nuestro Falso Yo siempre estará en una álgida guerra en contra de la Nueva Vida que hemos obtenido. Esto lo dice claramente Gálatas 5:17
“Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis”.
Hay una guerra entre el espíritu y la carne, esto es más que obvio, y todos podemos dar fe de ello.
La frase “Ya no soy yo el que vive”, implica que ya no debe haber espacio para que sigamos viviendo en base a nuestra antigua manera de vivir. ¿Qué debemos hacer para lograr esto? Debemos consentir que Dios realice en nosotros una operación Divina en la cual sean quitados todos los andamiajes en los que se origina nuestro Falso Yo. Debemos ser desnudados, expuestos, y confrontados por el Señor para que realmente Él nos pueda liberar. Cada vez que alguien experimenta el nuevo nacimiento, Dios lo lleva al punto del quebrantamiento, con el fin de que el Falso Yo sea depuesto, y en Su lugar empiece a florecer su “Yo” verdadero, el “Yo” libre, el “Yo” vencedor.
En la Biblia se usa la figura de la “circuncisión” para explicar esta tremenda verdad. Todos los hombres nacen con prepucio en su miembro viril, pero Dios en el antiguo tiempo les ordenó a los hijos de Israel que todos los varones debían de circuncidarse al octavo día. El prepucio es la carne que está situada en el miembro viril del hombre, y dicho órgano tipifica el poder y la fuerza de la vida. La circuncisión, entonces, nos habla de cómo Dios quiere despotencializar la vida y la fuerza del hombre.
Al estar circuncidados “espiritualmente hablando”, ya no hay más espacio para vivir conforme a la carne, sino viviremos conforme al Espíritu. Dios quiere libertarnos de la carne y del pecado, porque cuando pecamos nos autodestruimos. La paga del pecado es muerte. Cada vez que pecamos experimentamos algún tipo de muerte. Ante los ojos de Dios el pecado es un asunto solucionado porque Cristo ya lo arregló “todo” en la Cruz del Calvario, no obstante, el pecado es nocivo, sigue siendo un problema para nosotros los mortales. Dice 1 Pedro 2:24
“él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia”;
Es necesario que Dios obre en nosotros desmantelando nuestro Viejo Hombre, sólo así podremos ser verdaderamente libres.
Apóstol Marvin Véliz
Que podamos abrirle al señor nuestro interior para que ya dejemos de vivir como tenemos de costumbre con nuestro falso yo con nuestros refugios emocional que el señor pueda quitar todo eso de nosotros y como iso con Zaqueo que impacto tanto su vida que cambio. Que asi pueda pasar con nosotros que dejemos que trabaje en nuestra vida y que desmantele nuestro falso yo y que podamos dejar vivir al nuevo hombre amen.
ResponderEliminarEs de bendición siempre está a la disposición y voluntad de poder leer los blogs que sirve de mucha bendición en realidad debemos de saber que estamos sometidos a que el Señor nos valla depurando y liberando de todas las ataduras de nuestro falso yo conocido como el viejo hombre debemos de dejar que la vida del espíritu valla invadiendo nuestro ser para darle cabida a la vida que proviene departe de Dios tomemos coraje y valor de entregar al Señor las cosas de la carne que no nos permiten ir avanzando
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