ALGUNOS CONSEJOS BASICOS PARA PRACTICAR Y PARTICIPAR DE LA VIDA DE IGLESIA 1

ALGUNOS CONSEJOS BASICOS PARA PRACTICAR Y PARTICIPAR DE LA VIDA DE IGLESIA

En esta oportunidad quiero iniciar diciéndoles lo siguiente: “Todos los creyentes conformamos el Cuerpo de Cristo, y la manera en la que se expresa ese Cuerpo es a través de la Iglesia Local, de manera que todos los que pertenecemos a la misma localidad tenemos una Vida en común, a la cual le llamaremos en esta ocasión: “Vida de Iglesia”. Al estar en Cristo, automáticamente estamos incluidos en esa Vida corporativa y orgánica de la Iglesia, sólo que debemos aprender a vivir en esa esfera.

Si nosotros no tenemos la revelación y la responsabilidad ante el Señor de tener Vida de Iglesia, vamos a seguir viviendo de manera individualista, aunque en doctrina digamos que somos el Cuerpo de Cristo. Debemos aprender a vivir en esta dimensión en la que el Señor nos ha puesto. La dimensión de la Vida de Iglesia es activa y experimental, por lo que no estará al alcance de aquellos que viven de manera solitaria y ajena al Cuerpo. 

La Vida de Iglesia es similar a lo que sucede cuando un hombre se casa, él debe reconocer que ya no es uno, sino que ahora tiene una familia a su cargo. Hay quienes ya están casados y hasta con hijos, pero siguen con un síndrome de soltería, cuando su realidad es que ya no son solteros. Hay hombres que se les hace una costumbre que después de sus trabajos se van a jugar fútbol con sus amigos, y muchos hasta se van a lugares no decentes a corromperse en vicios. Tales hombres parecen que son solteros, pues, no reparan en cómo gastan su dinero, gastan sólo en ellos y cuando llegan a casa y tienen que pagar los gastos inherentes a la familia, allí ya no hay dinero. Algo así nos puede seguir pasando a nosotros con los asuntos de la Iglesia, en doctrina reconocemos que somos un sólo Cuerpo, pero en la práctica seguimos siendo individualistas. Tenemos que aprender de manera corporativa y orgánica en esta dimensión en la que Dios nos bautizó.

Hay dos rutas para caminar en el Señor, la primera y la que es correcta: Vivir en la Vida de Iglesia, la segunda e incorrecta: Vivir siempre de manera individual. En esto último ahora tenemos un gran conflicto, y es que ahora que conocemos en doctrina acerca del Cuerpo de Cristo, podemos llegar al punto de practicar reunirnos con los santos, pero no viviendo la Vida de Iglesia con los santos. Hay muchos creyentes que son tan individualistas que ni siquiera asisten a una Iglesia Local, talvez nosotros no llegamos a ese extremo, sin embargo, podemos cometer el error de seguir viviendo de manera individualista solapadamente, ya que podemos cubrir el individualismo asistiendo fielmente a las reuniones de Iglesia. 

Yo no quiero enfatizar en este estudio la necesidad y la práctica de reunirnos con los santos, porque eso no necesariamente es la Vida de Iglesia, más bien quiero compartir acerca de cómo practicar la Vida de Iglesia, lo cual es totalmente diferente a la sana costumbre evangélica de reunirse con los santos del Señor. Si la constancia de reunirnos fuera todo el secreto de la Vida de Iglesia, la gran mayoría de iglesias institucionalizadas estuvieran en lo correcto, sin embargo, la Vida de Iglesia no es solamente practicar reunirse. Por supuesto, hay que aclarar que el que no es fiel a las reuniones, menos tendrá la oportunidad de tener Vida de Iglesia. Reunirse es bueno, pero dista de que eso sea la Vida de Iglesia solamente.

El Apóstol Pablo dice en Efesios 4:1 “Yo, pues, prisionero del Señor, os ruego que viváis de una manera digna de la vocación con que habéis sido llamados” (LBLA). Pablo nos dice que debemos vivir de una manera digna de la vocación con la que fuimos llamados. El Apóstol no está hablando de practicar la Iglesia, sino de vivir la Iglesia. Podemos reunirnos siete veces a la semana con los hermanos, pero aún así, pueda que no tengamos Vida de Iglesia. 

No voy a ser exhaustivo en torno a todo lo que tiene que ser la Vida de Iglesia, sin embargo, quiero estudiar cinco cosas básicas para poder alcanzar esto:

1.- CONGREGARSE.

2.- PERSEVERAR Y ALCANZAR LA PRACTICA DE LA UNIDAD.

3.- SIRVIENDONOS EN AMOR LOS UNOS A LOS OTROS.

4.- TODOS DEBEMOS APORTAR PARA LA EDIFICACIÓN DE LA IGLESIA.

5.- TODOS DEBEMOS TRABAJAR JUNTOS EN LA OBRA DEL SEÑOR.

No debemos afanarnos por alcanzar estos aspectos, porque todas estas cosas ya nos las dio el Señor al darnos Su vida misma. Por ejemplo, la Biblia no nos dice que “llegaremos a ser el Cuerpo de Cristo”, más bien dice que “somos el Cuerpo de Cristo”. La Biblia afirma rotundamente que todo aquel que es hijo de Dios, ya es parte de la Iglesia y ya es un miembro del Cuerpo de Cristo. Yo, por lo tanto, no le voy a enseñar a adquirir la Vida de Iglesia, sino trataré de persuadirlo a que acepte y que aprenda a vivirla, porque el que no hace de la Iglesia una vivencia, no será feliz en su interior, y por ende, tampoco hará feliz a Dios. 

No tenemos que hacer nada para adquirir la Vida corporativa y orgánica, ya que nos la dieron por la fe en Cristo Jesús. Es como en lo natural, un hijo sólo por el hecho de haber sido engendrado, en mucho llegará a ser como su padre, mientras crece ya sólo se educa en otros aspectos que lo asemejarán más a su progenitor. Nadie hace lo inverso, educar a un niño para después adoptarlo y que llegue a ser su hijo. El engendramiento de un hijo incluye esa parte genética en la cual hay una transmisión incalculable de vida, tanto en lo físico como en las aptitudes y los aspectos morales que se heredan, lo demás se enseña con el ejemplo que les damos en la vida. Así debemos de desarrollarnos nosotros en el Señor, ya somos parte de Su Cuerpo, ya somos Su familia, por lo tanto, genéticamente ya nos dieron todo lo necesario para desarrollarnos y llegar a ser como Él. Lo que sucede es que por no saberlo, por haber nacido en un sistema denominacional, y no responsabilizarnos en salir de la ignorancia, no nos hemos desarrollado a plenitud como Iglesias. 

1.- CONGREGARNOS

En esta ocasión hablaremos acerca del primer punto: “Congregarnos”, le invito a estar pendiente de las siguientes publicaciones del blog donde iré desarrollando los otros cuatro puntos restantes.  

Congregarnos en una Iglesia Local es el primer paso que debemos dar para desarrollar la Vida de Iglesia. Ahora bien, debemos notar y discernir cuál es la razón por la cual nos congregamos. Nos podemos congregar porque tenemos la necesidad de estar con los miembros del Cuerpo de Cristo, o bien, por una costumbre religiosa. Congregarse no necesariamente es un sinónimo de tener Vida de Iglesia, muchas personas religiosas se congregan, precisamente, por satisfacer su orgullo religioso. 

Reunirnos como Iglesia no es un asunto optativo, no es de gustos, o de sentires, más bien es una necesidad que todo hijo de Dios debe atender si quiere “vivir” realmente en la dimensión que Dios preparó para que se desarrolle según el propósito del Padre. Muchos nos congregamos en un determinado lugar, a veces, por razones de nuestra alma, porque allí asiste nuestra familia, nuestro cónyuge, nuestros amigos, etc. y debido a esos sentimientos decidimos congregarnos allí porque los sentimientos hacen que nos sintamos bien. Otros se congregan porque los hermanos de la Iglesia los tratan bien, o porque les han logrado inyectar una visión y una misión, o porque les han dado cierto privilegio, etc. Hermanos, nosotros debemos congregarnos por el principio elemental que el Señor Jesús le dijo a los discípulos del principio: “perseveren juntos”.

Dice Hechos 2:1 “Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos juntos en un mismo lugar”. ¿De dónde se les ocurrió a los discípulos del Señor estar reunidos en un mismo lugar? Si recordamos, cuando el Señor resucitó, Él mismo les ordenó y les dio instrucciones que se reunieran en Galilea porque allí se les iba a aparecer (Mateo 28:10). El Señor se apareció a algunos de manera individual después de Su resurrección, sin embargo, a la mayoría les dijo que se reunieran con los demás discípulos y les dijeran las cosas que Él les había dicho, y lo que habían visto. Así vemos que durante cuarenta días Él se les apareció a los que estaban reunidos, les dio instrucciones y les habló acerca del reino de Dios. Cuando el Señor partió y fue llevado al cielo, alrededor de unos quinientos hermanos se estaban reuniendo, finalmente sólo permanecieron fieles al Señor unos ciento veinte discípulos. Los hermanos que obedecieron la palabra del Señor, y se quedaron en el aposento alto en el día de pentecostés, habían entendido el principio y la necesidad de estar reunidos con los hermanos. Tal actitud de los hermanos, de ser fieles a la palabra del Señor, hizo que alcanzaran la bendición de estar presentes el día que el Señor llenó el lugar donde estaban reunidos y donde fueron bautizados con el Espíritu Santo. 

Dice Hechos 2:41 “Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas. v:42 Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones”. La Iglesia del principio se dedicaba a cosas en las cuales obligatoriamente los hermanos se tenían que juntar. Si querían perseverar en la doctrina de los apóstoles, tenían que ir a escuchar a los apóstoles; si querían tener comunión, tenían que buscar a los hermanos; si querían participar de la cena del Señor, tenían que buscar a los hermanos; en fin, todo estaba relacionado a estar reunido con alguien de la Iglesia. Alguien tuvo que enseñarle a los hermanos la necesidad de estar continuamente reunidos, obviamente fueron los apóstoles los que les enseñaron este principio. Los discípulos que se convirtieron entendieron la necesidad de estar reunidos, así que ellos pusieron por obra el principio básico de reunirse con los hermanos. 

Es incongruente a la Vida divina que nos dieron en el Hijo, que no nos congreguemos. Si alguien acepta a Cristo y no se congrega, comenzó mal, su desarrollo como hijo de Dios será nulo, tendrá una manera de ver el Evangelio ajena al corazón de Dios, y lo poco que pueda tener de Dios será torcido. ¿Por qué? Porque la Vida que nos dieron es totalmente dependiente al Cuerpo múltiple de Cristo, por lo tanto, hay que aprender a vivir en esa dimensión. La persona que se aísla, y ni siquiera se congrega, está caminando mal su vida en el Señor. Es imposible pensar en un discípulo que no siga a alguien, el que no sigue a nadie es sólo un creyente sin mucho futuro. En lo natural ¿Concibe usted a un ser humano que nazca y crezca sólo? Hasta los animales dan muestra de la necesidad de estar en compañía de los de su misma especie, no digamos nosotros los hijos de Dios que nos han dado la Vida más elevada que pueda existir. Todo creyente, inmediatamente después de convertirse debe de congregarse, aunque no lo entienda todo. 

Si nosotros tenemos la oportunidad de presentar el Evangelio a alguien, debemos tener presente que lo primero que debemos enseñarle es: “No deje de congregarse”. Es elemental que todo aquel que conoce al Cuerpo, se pegue al Cuerpo. Los primeros discípulos que constituyeron la Iglesia en Jerusalén estaban juntos en el aposento alto, luego los que se convirtieron en el sermón de Pedro entendieron que debían quedarse en Jerusalén teniendo comunión con los hermanos, y así sucesivamente, cada lugar donde el evangelio se esparció lo primero que les enseñaron a los discípulos era: “reúnanse con los hermanos”. 

Dice Hechos 2:42 “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones… v:46 Día tras día continuaban unánimes en el templo y partiendo el pan en los hogares, comían juntos con alegría y sencillez de corazón”. Nosotros entendemos por pasajes como estos que los hermanos del principio se reunían (todos) en un local o un área determinada donde asistía toda la Iglesia para escuchar a los apóstoles; y además, tenían otro tipo de reuniones, para tener comunión en las casas de los hermanos. Sí es plausible interpretar el verso de esta manera y no es incorrecto tener este tipo de reuniones, sólo que siendo de criterio más amplio, lo que el pasaje nos está diciendo es que cada oportunidad que los hermanos tenían para estar juntos, lo aprovechaban para tener Vida de Iglesia. Los hermanos del principio no tenían formatos de reuniones, ellos tenían Vida de Iglesia ¡Aleluya! ¿Era oficializado reunirse en las casas? ¡No necesariamente!, ¿Podemos hoy en día como Iglesias locales oficializar ciertas reuniones de la Iglesia en las casas de los hermanos? ¡Sí!, pero tengamos en cuenta que las reuniones oficializadas, no necesariamente son la evidencia de la Vida de Iglesia. Hermanos, los que quieran practicar la verdadera Vida de Iglesia necesitarán de reuniones más allá de lo oficializado y lo establecido, tales reuniones eran las que tenía la Iglesia del principio y las que nosotros debemos imitar. En aquel tiempo una familia abría las puertas de su casa para que algunos hermanos llegaran a comer, y mientras estaban reunidos aprovechaban el tiempo para edificarse mutuamente; otros probablemente se reunían en alguna casa y levantaban oraciones; otros se reunían a compartir los alimentos con alegría y sencillez de corazón, en algunos casos se  terminaban partiendo la cena del Señor con los hermanos. No había formatos, sólo vivían en el espíritu y se disponían a esa Vida corporativa-orgánica que era inherente cuando se juntaban. 

La Vida de Iglesia no se termina después de las reuniones. Es igual que nuestra vida natural, nuestra vida es constante, no podemos ponerle pausa a nuestra vida, lo que hacemos son diversas actividades, incluso descansamos porque estamos viviendo. Así también debe ser la Vida de Iglesia, no se puede acabar después de una reunión, sólo debemos cambiar de actividad. Es cierto que no todo el tiempo nos podemos reunir con los hermanos, no siempre podemos estar comiendo juntos, sin embargo, la conexión a la Vida de Iglesia debe ser tal, que a la primera oportunidad que tengamos para estar con los hermanos, allí nos edificamos, nos bendecimos, oramos, partimos el pan, etc. 

No hagamos de nuestras reuniones de Iglesia asuntos sociales, no convirtamos la koinonia en amistad, no perdamos el enfoque de ser la Iglesia de Cristo. Estamos tan enajenados de la Vida de Iglesia que, de no ser en las reuniones oficializadas de la localidad, a nadie se le ocurre celebrar la cena del Señor en su casa mientras comparte con algún otro hermano, cuando debiéramos aprovechar tales reuniones para partir el pan y beber la copa del Nuevo Pacto. Podemos tener tales reuniones con alegría y sencillez de corazón, sin necesidad de caer en lo presuntuoso y lo complicado, sencillamente necesitamos estar conectados a esa Vida para que estas cosas se den. ¿Nota cómo las reuniones de Iglesia van más allá de lo oficializado?

Tenemos que pasar de la etapa de que nos guste el Evangelio, a vivir el Evangelio. Es como la gente fanática al futbol, que su vestuario, su vocabulario, su tema de conversación, toda su vida tiene que ver con el futbol, es porque a ellos no les gusta el futbol, sino que ellos viven el futbol. Es lo que debe sucedernos a nosotros en el Evangelio, debemos vivir el Evangelio; sólo cuando experimentemos la Vida de Iglesia dejaremos de estar forzados y frustrados en las actividades, haremos todo con gozo porque será nuestro estilo de vida. No podemos encajar la vida de Iglesia a las reuniones oficializadas, tal Vida debe ir más allá.

La visión apostólica de las Iglesias Locales está fundamentada en las reuniones de los santos. Cada creyente que no se reúne de manera fiel y normal con la Iglesia, es un creyente que no tiene Vida de Iglesia. Cada creyente que se reúne sin tener la visión adecuada de la reunión tampoco tiene vida de Iglesia, por lo tanto es necesario reunirnos y saber cómo debemos participar en las reuniones.

Dice Hebreos 10:25 “no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos unos a otros, y mucho más al ver que el día se acerca”. Permítame parafrasear este verso de la siguiente manera: “No dejando de congregarnos como algunos  se les hace costumbre no congregarse porque se congregan sólo por una costumbre”. El creyente que se congrega con los santos por la necesidad que le apremia en su interior la Vida divina, jamás piensa en no congregarse. Hermanos, congregarse no debe ser una costumbre sino una necesidad. Es como que alguien dijera: “que aburrido estar cocinando todos los días, un mes no voy a comer” ¡Seguro se muere! Comer es una necesidad que tiene todo ser vivo saludable, los únicos que pierden el apetito son los que están enfermos. Así también es el asunto de congregarnos, es una necesidad, es un principio elemental de la Vida divina que nos han dado. 

Yo les exhorto a que no nos conformemos, ni confinemos la Iglesia a dos o tres reuniones a la semana que tenemos oficialmente como localidades, pero por lo menos asistamos a éstas. No asistamos a las reuniones por costumbre, porque esta actitud es nociva, por un lado nos priva de la Vida de Iglesia y, por otro lado, en algún momento puede inducirnos a ya no congregarnos. Hermanos, La Vida de Iglesia es el gran examen de Dios para todo creyente, en aquel día nos juzgará en base a lo que vivimos en nuestra Iglesia local.  

¡Dios les bendiga! 

Apóstol Marvin Véliz