LO QUE NOS DICE LA BIBLIA ACERCA DEL DIVORCIO

LO QUE NOS DICE LA BIBLIA ACERCA DEL DIVORCIO

A raíz de ciertas circunstancias que atraviesan algunos matrimonios hasta que llegan a este punto, me es necesario abordar lo que nos marca La Escritura al respecto. Este tema es sumamente complicado hablarlo de manera genérica, pero sin tratar de profundizar en lo particular de cada caso, quiero compartirles mi punto de vista según lo que logro ver en La Biblia.

Lo primero que tengo que decir es que Dios aborrece el divorcio. Dice el pasaje en el que el Señor habló al respecto: “Y se le acercaron algunos fariseos, y para ponerle a prueba, le preguntaban si era lícito a un hombre divorciarse de su mujer.  Y respondiendo El, les dijo: ¿Qué os mandó Moisés? Y ellos dijeron: Moisés permitió al hombre escribir carta de divorcio y repudiarla. Pero Jesús les dijo: Por la dureza de vuestro corazón os escribió este mandamiento. Pero desde el principio de la creación, Dios los hizo varón y hembra”. (Marcos 10:2-6).

Dios jamás hizo a la pareja humana con el fin de que tuvieran la posibilidad de divorciarse. En la mente y en el corazón de Dios el matrimonio conlleva a la unión, no al divorcio. También tenemos que aclarar que no hay divorcios avalados por Dios, es decir, Dios es imparcial, no le dirá a unos que sí se pueden divorciar y a otros que no lo pueden hacer. Ahora bien, entre la voluntad y el agrado de Dios, y lo que Él permite, es donde cabe la vía del divorcio. Si usted me pregunta: Hermano Marvin, ¿Existe el divorcio? Yo tendré que responderle que “sí”; pero si me pregunta: ¿Dios en algún momento acepta el divorcio? Tendré que responderle que “no”. Dios jamás va a alentar a alguien a que se divorcie, ni tampoco hay divorcios aprobados por Dios. 

No podemos omitir que hay hogares que se llegan a convertir en “infiernos”. A veces uno de los cónyuges puede llegar a la conclusión que debe divorciarse porque ya no se entiende más con su pareja. No hay razón válida para pensar que ha llegado la hora de divorciarse. Para empezar, no fue Dios quien le escogió la pareja, y tampoco se casó a la fuerza. El matrimonio es una decisión a la que llega la pareja a causa de la pasión, los sentimientos, o los intereses que busquen en la vida. En segundo lugar, el matrimonio más que una decisión, es un pacto. Dios nunca avalará ninguna razón para optar por el divorcio. 

Si una mujer dice: “me quiero divorciar de mi marido porque Él no me ama”, el Señor le contestará seguramente: “Dios demuestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”. (Romanos 5:8). Dios amó al mundo, y el mundo no lo ama a Él, es un hecho del que estamos conscientes. ¡Ah!, entonces una mujer que ya no se siente amada, si es justa y tiene el amor de Dios fluyendo en ella, podrá amar a su marido y mantener su matrimonio. ¿Puede alguien poner algún argumento para divorciarse ante el amor manifiesto de Dios para la humanidad?, la naturaleza misma de Dios es la razón por la cual, Él, no puede avalar el divorcio, Él no obra así, por lo tanto, no acepta el argumento de divorciarse por no sentirse amado o amada. 

La razón más cercana por la que alguien puede optar por el divorcio es el adulterio; con todo y eso, tampoco Dios dice que se divorcien por causa del adulterio, aún para dicha falta puede haber restauración entre la pareja si ellos aprenden a perdonarse. El adulterio no es un permiso válido para el divorcio, pero Dios sabe que es un yugo difícil de llevar, por lo que en muchos casos, hay parejas que deben optar por la vía del divorcio.

Yo quiero que sepan que en lo personal, como apóstol, estoy en total acuerdo con Dios. Yo no apruebo el divorcio porque Él tampoco lo aprueba. Ahora bien, que algunos matrimonios se divorcien es algo en lo cual no voy a interferir, así como tampoco interferí cuando ellos tomaron la decisión de casarse. Dichas decisiones son muy personales, o de la pareja, por lo tanto, no es mi responsabilidad tomar o no la elección del divorcio en cada matrimonio. 

Si las parejas me buscan para que les de un consejo de cómo restaurar su situación matrimonial, con el mayor de los gustos les atenderé, pero si lo que quieren es divorciarse, tampoco impediré tal decisión. Si una pareja quiere divorciarse y yo se los prohibo, entonces, yo mismo estaré en contra de lo que Dios mismo permitió en La Escritura. Entiéndase que no porque Dios permita algo, eso es del agrado de Su corazón. Hermanos, quiero pedirles que no me busquen para que les diga que se pueden divorciar, eso jamás se los voy a decir. Si uno de los cónyuges, o ambos quieren divorciarse, sólo notifíquemelo, pero no me busque para que yo le aplauda por esa decisión. Allá cada cónyuge o cada pareja,  entiéndanse ustedes con Dios, yo no tomaré parte en tales decisiones.   

Yo no estoy de acuerdo en que las parejas se divorcien, y exhorto a los matrimonios a que no sea esta su primera opción. Ustedes no saben cuantas cosas se echan a perder a futuro por causa del divorcio. Lo mejor es permanecer con la mujer de la juventud, envejecer con la mujer que cada quien escogió como esposa. Eso es lo mejor, lo que agrada a Dios, es Su voluntad. Si la razón del divorcio es que la mujer no le hace caso al marido, pues, que el marido se “ponga bien los pantalones” y haga que su mujer se someta en el Señor. Las cosas se pueden enderezar en el Señor, no busquemos el camino fácil del suicidio matrimonial. Hay quienes toman el camino de suicidarse porque ya no hayan qué hacer con su vida, piensan que lo más fácil es morirse, y llegan al punto de la cobardía y se suicidan. Lo mismo sucede con el divorcio, cuando la pareja ya no sabe cómo solucionar sus problemas optan por divorciarse, pero muchos no saben la magnitud de las afecciones que esto les causará en sus vidas.

Todos debemos seguir el sobrio consejo del apóstol Pablo: “… hará bien el hombre en quedarse como está. ¿Estás ligado a mujer? No procures soltarte. ¿Estás libre de mujer? No procures casarte…” (1 Corintios 7:26–27). Procuremos mantener nuestros matrimonios con el fin de honrar al Señor. Reavivemos el fuego del amor para con el cónyuge en lugar de querer terminar las cosas. Busquemos como armonizar el uno con el otro, pero no olvidemos que el matrimonio es más que sentimientos, es una decisión y un pacto delante de Dios.

Hermanos, nadie se engañe, no se excusen en las cosas de Dios para llegar a la conclusión que debe tomar el camino del divorcio. Dios jamás le va a decir a alguien que se divorcie; no trate de escudarse en que Dios le habló que se divorciara, y por favor, no tuerza mis palabras, ni busque escuchar de mi tal consejo de muerte.

Ahora bien, con Biblia en la mano yo sí puedo sostener que el divorcio existe. Muchos ministerios cristianos, con el fin de preservar los matrimonios, se han dedicado a pregonar que el divorcio “no existe”, pero yo en lo personal no tengo la conciencia para negar que la misma Biblia dice que sí existe. Dice un pasaje de Deuteronomio 24:1 “Cuando alguno tomare mujer y se casare con ella, si no le agradare por haber hallado en ella alguna cosa indecente, le escribirá carta de divorcio, y se la entregará en su mano, y la despedirá de su casa. v:2 Y salida de su casa, podrá ir y casarse con otro hombre. v:3 Pero si la aborreciere este último, y le escribiere carta de divorcio, y se la entregare en su mano, y la despidiere de su casa; o si hubiere muerto el postrer hombre que la tomó por mujer, v:4 no podrá su primer marido, que la despidió, volverla a tomar para que sea su mujer, después que fue envilecida; porque es abominación delante de Jehová, y no has de pervertir la tierra que Jehová tu Dios te da por heredad”. Según estos versos, el principio bíblico nos indica que el divorcio puede ser por “cualquier cosa”, o sea, no hay una razón específica por la cual Dios permita o impida el divorcio. No hay ninguna razón o excusa, grande o chica, que llegue al punto de que Dios apruebe tal camino, sin embargo, esa decisión se puede tomar por cualquier cosa. El justo sabe que hay otro camino mejor, porque ese camino (por muy sensata que parezca la razón de llegar al punto de divorciarse) jamás será de agrado al corazón de Dios. 

Hermano, usted decida el rumbo de su matrimonio. El caso de llegar al divorcio debe ser como cuando alguien tiene gangrena en alguno de sus miembros, ya sabe que no hay otro camino más que amputarlo, aunque no es lo que quisiera. Por lo menos esa actitud tengan a la hora de tomar tal decisión, si ya las cosas no tienen remedio y vivir juntos es un infierno, pues, por lo menos que les duela escoger ese camino. Hay relaciones que, definitivamente, será más saludable terminarlas que continuarlas, pero eso que sea la decisión de cada uno de ustedes, no meta ni a Dios ni a la Iglesia en tales decisiones. 

Yo no voy a echar a nadie de la comunión de las Iglesias por tomar esa decisión, pero como apóstol sólo quiero poner una regla: “A nadie le vamos a admitir que se vuelva a casar nuevamente, sino hasta después de un año, y que ya esté legalmente divorciado”, de lo contrario, busque otra Iglesia donde continuar su vida espiritual. Con esta medida quiero evitar a los sinvergüenzas que deciden esto porque ya tienen “medio” amarrada alguna relación con alguien más. No voy a impedirle a nadie que se separe de su cónyuge, pero no permitiré que la causa de la separación sea otra persona con la que quiere unirse, no hagan tal vileza. 

¡Amén!

Apóstol Marvin Véliz