CÓMO ESTAR EN INTIMIDAD CON NUESTRO SEÑOR

CÓMO ESTAR EN INTIMIDAD CON NUESTRO SEÑOR.

Si nosotros entendemos la manera de obrar del Señor, debemos llegar a la conclusión básica y sencilla, que nosotros no podemos desarrollarnos en el Señor si no tomamos la disposición de vivir ligados a la comunión con Cristo. La gran diferencia que nos debería marcar a nosotros como creyentes del Nuevo Pacto, más que el aprendizaje doctrinal, es nuestra constante comunión con el Señor. Ninguna persona debería concebirse como cristiano si lo que menos hace es tener comunión con Dios. Sería más o menos como una pareja de esposos que no tengan intimidad de pareja, ellos ya están mal, su relación no es normal. La cohabitación íntima es una de las razones por las cuáles Dios instituyó el matrimonio, y esto lo deben cumplir ambos, de lo contrario habrán grandes problemas en ese hogar. Un matrimonio sin intimidad es anormal; así también nuestra vida en Cristo, si no tenemos comunión con Él, nuestro Evangelio será anormal. 

Dice 1 Corintios 1:9 “Fiel es Dios, por medio de quien fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo, Señor nuestro”. La Biblia nos enseña en muchas partes del Nuevo Testamento que lo normal es tener una vida de comunión con Dios. El apóstol Pablo dice en 2 Corintios 11:2 “Porque os celo con celo de Dios; pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo”. La Biblia nos describe a nosotros como la esposa y a Cristo como el esposo, por lo tanto, debemos estar en intimidad con Él. Exactamente, así como en lo natural, nosotros debemos mantener una comunión constante y normal con el Señor. Yo le pregunto: ¿Tiene usted una comunión constante y normal con Su Señor? Si usted no tiene dicha relación con Cristo, y no está integrado a una Iglesia corporativa-orgánica, su desarrollo en el Evangelio no será normal. 

Yo no le estoy diciendo que usted debe mantener un formato de ley para estar en la presencia del Señor. Si en alguna ocasión usted se desvela por cuestiones del trabajo, al día siguiente se levanta tarde, y no tiene tiempo para buscar al Señor, no es un pecado, lo anormal es que usted viva así todo el tiempo. Normalmente cuando yo viajo a Guatemala me levanto muy temprano, más o menos como a las tres de la madrugada; en todo lo que alistamos las cosas para salir, nos dan casi las seis de la mañana. Soy honesto en decirles que en esos días de viaje no me queda tiempo para buscar de manera normal al Señor, a penas y me levanto a esas horas de la madrugada. Yo no le fallo al Señor por no buscarlo igual en esos días, no me condeno por no orar esos días porque no soy legalista. Lo que estoy tratando de decirle es que aunque en algunos días no podamos tener comunión normal con el Señor, no obstante, debemos ser responsables en mantenernos en comunión con él. Lo normal es que todos los días lo busquemos, pero a muchos les sucede lo contrario, sólo a veces buscan al Señor. 

Hermano, cuando usted aceptó al Señor, usted se desposó con Él, decidió vivir con Él, por lo tanto, debe estar en comunión con Él. La relación con el Señor no debe ser solamente cuando viene a las reuniones de Iglesia, si así vive usted, le es necesario restablecer una comunión con el Hijo. Cuando se establecen estos principios en la vida del creyente, las cosas se tornan diferentes. Es necesario cobrar conciencia que estamos casados con Cristo, y eso implica tener comunión con Él responsablemente. Yo lo quiero retar a que usted reconsidere si lo que tiene con Dios es sólo una “amistad”, o una verdadera comunión de intimidad. Dios no espera que usted lo busque cuando le surjan deseos, Él quiere que lo busque en calidad de esposa. El creyente tiene la harta obligación de estar en intimidad delante de Él. Recuérdese que usted tiene un pacto con Él, a eso lo llamaron.

1. PARA BUSCAR A DIOS DEBEMOS TENER UN CORAZÓN SINCERO.

Si usted está consciente que tiene que estar en comunión con el Hijo, ¿qué es lo que debe hacer? Dice 1 Pedro 2:1 “Por tanto, desechando toda malicia y todo engaño, e hipocresías, envidias y toda difamación…”  lo primero que tenemos que hacer es dejar a un lado la corrupción interior que todos tenemos. Para que nuestra comunión con Dios sea genuina y verdadera, necesitamos tener un corazón purificado, debemos ser honestos, no debemos ser de doble ánimo. Note que todo lo que dice el apóstol Pedro tiene que ver con actitudes interiores de las cuáles debemos ser limpios. Nuestro acercamiento a Dios debe tener una actitud de limpiarnos de tales actitudes. Dice Hebreos 10:21 “y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, v:22 acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura”. Así debemos acercarnos a Dios, con honestidad, con sinceridad. 

Pareciera que nosotros llegamos a Dios sinceramente, pero nuestra religión nos hace ser falsos delante de Él. Le pongo un ejemplo de esta falsedad: ¿No es cierto que muchas veces no queremos estar delante del Señor porque sabemos que andamos mal? Si ese es su parámetro para buscar a Dios, le pregunto: ¿Cuándo ha estado usted extremadamente bien para merecer estar delante de Dios? El corazón religioso nos hace pensar que hay días que sí estamos bien como para estar delante del Señor y hay días que estamos tan mal que no debemos buscarlo; y por lo general, estos últimos son los días que mas nos abundan. Hermano, si usted no lo sabe, para Dios “…toda cabeza está enferma, y todo corazón desfallecido. De la planta del pie a la cabeza no hay en él nada sano, sino golpes, verdugones y heridas recientes” (Isaías 1:5–6). No hay nada bueno en nosotros, no hay días que merezcamos estar delante de Él, pero si llegamos con sinceridad y honestidad, Él puede purificarnos y hacernos aceptos en el Amado. 

Lo primero que debemos hacer al acercarnos al Señor es ser sinceros, no buscar justicias propias, reconocer que nunca estamos bien delante de Él. Deje a un lado su vida religiosa que suma virtudes y pecados para acercarse al Señor. Hay quienes se acostumbran a sacar un balance de sí mismos y cuando creen que ha predominado lo malo en sus vidas, no buscan a Dios, y viceversa. Permítame decirle que nosotros no necesitamos hacer lo malo para ser malos, nuestra naturaleza es mala. Por eso es que buscar al Señor con sinceridad, integridad y una limpia conciencia no requiere de la perfección humana, sino  reconocer lo que somos y alejar de nosotros toda religiosidad que nos invite a justificarnos por obras.

2. VENIR A ÉL

El Apóstol Pedro, dice en el v:4 “Y viniendo a El como a una piedra viva, desechada por los hombres, pero escogida y preciosa delante de Dios…”. El apóstol Pedro no nos dice que oremos, o que meditemos, o que cantemos, lo que Él nos dice es que vayamos a Él, que vayamos a la persona de Jesús, que tengamos comunión con Él. La clave del Evangelio que nos ha mostrado el Señor es que debemos ir a Él, a la persona de Jesús. Déjeme ejemplificarle esto para que me entienda. Yo conozco a muchas mujeres que viven enamoradas de su hogar, pero no de su marido. Hay muchas mujeres que viven felices en su casa lavando, cocinando, criando a los hijos, haciendo limpieza, etc. talvez el marido es lo que menos disfrutan, la razón es que todas las cosas de su casa las llenan más que el esposo.  Así hay muchos cristianos, llegamos a amar la unción pero no al Señor, amamos la Biblia pero no a Jesús, cuando esto sucede el Señor se indigna con nosotros y nos abandona. En una ocasión el Señor les dijo a los fariseos: “Examináis las Escrituras porque vosotros pensáis que en ellas tenéis vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; y no queréis venir a mí para que tengáis vida” (Juan 5:39-40). Estos hombres tenían un gran celo religioso, y su error fue llegar a amar más Las Escrituras que a Aquel que había sido la fuente de inspiración de Las Escrituras. Lo mismo le pasó a Juan el Bautista, llegó a amar más su ministerio que a Cristo mismo. Igualmente nos pasa a muchos de nosotros, amamos más la doctrina, la enseñanza, el ministerio, el servicio, que al Señor Jesús. 

Yo les exhorto hermanos que vengan a Él como a una piedra viva; párense delante de Él, usen su espíritu, usen la fe, pónganse de rodillas o como quieran pero crean que el Señor está con ustedes, y disfrútenlo. Hagan suyas las palabras del salmista David que un día dijo: “Veía siempre al Señor en mi presencia; pues está a mi diestra para que yo no sea conmovido” (Hechos 2:25). 

Permítame decirle algo de mi experiencia con Él. Yo cada día de mi vida puedo ver mis deficiencias, pero les testifico una cosa, también cada día veo al Señor que está conmigo. Nada menos, el día de ayer en la noche me acosté muy cansado, dormí aproximadamente unas cinco horas, pero en ese lapso de tiempo me desperté unas tres veces. La primera vez por inercia me desperté y pensé ir al baño, pero me dí cuenta que no tenía ninguna necesidad física, así que me volví a dormir. La segunda vez me desperté y percibí en mi espíritu al Señor, pero a la vez estaba muy cansado, así que me volví a dormir. La tercera vez me desperté y percibí directamente al Señor junto a mi, pero entendí que Él no quería que me levantara, sino sólo quería hacerme saber que Él estaba allí conmigo confortando mi sueño. Yo recuerdo que cuando era niño me costaba mucho trabajo dormirme cuando no estaba mi papá en la casa, ahora mi Padre celestial me hace sentir Su presencia aún cuando descanso. Él es la piedra viva en la cual me apoyo. Y déjeme decirle, esta experiencia no es sólo para mi, esto es lo que Dios quiere para todos Sus hijos. Él siempre está con nosotros. Dice un hermoso himno:

Divino compañero del camino tu presencia siento yo al transitar

Cristo ha disipado toda sombra, ya tengo luz, la luz bendita de Jesús     

Quédate Señor ya se hace tarde, te ofrezco el corazón para posar

Hazlo tu morada permanente, acéptalo, acéptalo mi Salvador.

Haga este coro su oración y su experiencia. Nunca ore para sí mismo, ni para buscar virtudes, levante sus ojos al cielo y ore a la persona de Jesús, la piedra viva que desecharon los hombres, pero escogida y preciosa delante de Dios.

Estar con el Señor es un disfrute incomparable, ¡Oh!, qué placentera es Su presencia. Al percibir ese sabor de estar con Él y disfrutar el hecho de que Él también está con nosotros, podemos vivir felices y contentos en este mundo sucio y deprimente. Podemos sobreponernos a lo que somos, podemos ver las cosas de manera diferente. ¡Aleluya!.

Apóstol Marvin Véliz