¿DESEAMOS LAS COSAS DE DIOS Y SU REINO?

¿DESEAMOS LAS COSAS DE DIOS Y SU REINO?

Aparte de la pregunta que puse como título: “¿Desea las cosas de Dios y Su Reino?”, también quisiera formularles otras preguntas: ¿Desea leer la Biblia?, ¿Tiene deseos de cantarle al Señor y orar?, ¿Anhela estar consagrado a Él? Muchos podrán decir dentro de sí: “En el fondo ése es mi problema, que no deseo las cosas de Dios y Su Reino”. Tal respuesta no es sincera en aquellos que somos hijos de Dios, porque todos sabemos que, inherentemente, desde el día que aceptamos a nuestro Señor Jesucristo, sí anhelamos las cosas de Dios. El problema en realidad surge entre los deseos y la acción de ir en pos de Dios, y lo que agobia nuestra conciencia es otra pregunta: ¿Por qué no hacemos nada por buscar el Reino de Dios?

Esta pregunta es parecida a lo que dice Juan 21:15 “Entonces, cuando habían acabado de desayunar, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos? Pedro le dijo: Sí, Señor, tú sabes que te quiero. Jesús le dijo: Apacienta mis corderos. v:16 Y volvió a decirle por segunda vez: Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Pedro le dijo*: Sí, Señor, tú sabes que te quiero. Jesús le dijo: Pastorea mis ovejas. v:17 Le dijo por tercera vez: Simón, hijo de Juan, ¿me quieres? Pedro se entristeció porque la tercera vez le dijo: ¿Me quieres? Y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas”. ¿Cree usted que Pedro amaba al Señor?, yo creo que todos sabemos que Pedro sí amaba al Señor, pero no lo podía decir claramente porque su conciencia cargada y acusada de sus pecados, lo hacían decirle que sólo lo quería. 

Cuando yo les pregunté si deseaban las cosas de Dios, ustedes quizás respondieron con un “sí” bastante dudoso y cargado de legalismo, bastante similares al apóstol Pedro. ¿Saben por qué? A causa de sus conciencias, pues, esta pregunta hizo que ustedes volvieran su mirada a lo que hacen en sus vidas, en el día a día. Cada vez que ustedes piensan en orar, mejor duermen; si piensan en leer, finalmente, ven televisión, y así sucesivamente. Éste es el modo normal de vivir de muchos, siempre eligen el pecado antes que la Vida, por lo tanto, su conclusión es creer que no desean las cosas de Dios. Yo quiero decirles una cosa, al igual que Pedro, ustedes sí desean las cosas de Dios, pero sus conciencias son las que les dictan otra cosa. Si esto no fuera así, entonces, yo les hago otra pregunta: ¿Por qué pudiendo no asistir a las reuniones de Iglesia siguen  asistiendo? Sencillo, es porque sí tienen anhelos; si no tuvieran un anhelo por lo de Dios, sería muy fácil olvidarse de las reuniones de Iglesia, de los hermanos en Cristo, etc. pero eso no es lo que les sucede. Esto les muestra que, aunque oren muy de vez en cuando, aunque traten de leer La Escritura y se duerman sobre ella, etc. sí anhelan las cosas de Dios.

Yo también me he hecho estas preguntas, pues, a mí también me ha pasado que llegada la noche estoy cansado para compartir con los hermanos, para leer La Escritura, o para orar, pero si me ponen una película en frente, seguro que la veo completa y hasta se me quita el sueño. En algún momento también llegué a la conclusión que mi problema era que no anhelaba las cosas de Dios, y que no amaba Su Reino. En Su infinita misericordia el Señor me consoló diciéndome que si yo no lo amara, no haría las cosas que hago en cuanto a Su Reino.

El Señor no le preguntó a Pedro si lo amaba porque dudara de su amor, porque Jesús sí sabía quién era Pedro y sabía que en su corazón estaba dispuesto hasta entregar su vida misma por Él. Lo que sucedió fue que Pedro, al ser zarandeado por Satanás terminó creyendo que no amaba lo suficiente al Señor. Yo no quiero caer en el extremo de pensar que todos los creyentes se derriten de amor por el Señor, pero sí creo que la mayoría aman al Señor, anhelan de Él y desean vivir en santidad mucho más de lo que creen o se imaginan. Si no fuera esto así ¿Por qué aún derraman lágrimas cuando han pecado y han fallado delante de Dios? Talvez en las reuniones muchos no se quebrantan, pero a solas sí se humillan delante del Señor. 

El problema que deseo que usted repare en su vida no es el hecho de cuánto ama o desea del Señor, sino que en el fondo usted está perdiendo su batalla por las estratagemas de Satanás. Lea el siguiente pasaje:

Efesios 6:11 “Revestíos con toda la armadura de Dios para que podáis estar firmes contra las insidias del diablo. v:12 Porque nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los poderes de este mundo de tinieblas, contra las huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. v:13 Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiéndolo hecho todo, estar firmes. v:14 Estad, pues, firmes, ceñida vuestra cintura con la verdad, revestidos con la coraza de la justicia, v:15 y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz; v:16 en todo, tomando el escudo de la fe con el que podréis apagar todos los dardos encendidos del maligno. v:17 Tomad también el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu que es la palabra de Dios. v:18 Con toda oración y súplica orad en todo tiempo en el Espíritu, y así, velad con toda perseverancia y súplica por todos los santos; v:19 y orad por mí, para que me sea dada palabra al abrir mi boca, a fin de dar a conocer sin temor el misterio del evangelio, v:20 por el cual soy embajador en cadenas; que al proclamarlo hable con denuedo, como debo hablar”.

Si revisamos el pasaje, los versos 11 y 12 nos muestran que nuestra lucha es contra Satanás y sus huestes. Necesitamos estar conscientes que tenemos una lucha, y ésta no se gana reprendiendo a los poderes en los cielos, ni tampoco orando por las ciudades, o ungiendo las casas, etc. Estamos en medio del campo de batalla, nos están atacando, tenemos que tener tal conciencia. El apóstol Pablo nos dice: “Revestíos con toda la armadura de Dios para que podáis estar firmes…” esto nos muestra que la estrategia de Satanás para vencernos es que no nos sintamos firmes. Luego dice: “Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo…” el día malo es cuando las cosas nos empiezan a salir mal, cuando no vemos que aparece la mano de Dios a favor nuestro, es el día de la adversidad, y en ese tiempo, el apóstol Pablo dice que tomemos la armadura para resistir, pues ese día Satanás nos puede tumbar. Ciertamente el día malo vendrá para todos, pero ganaremos la batalla si nos mantenemos firmes.

En los versos 17 y 18 dice: “tomad también el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu que es la palabra de Dios. Con toda oración y súplica orad en todo tiempo en el Espíritu tomad también el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu que es la palabra de Dios. Con toda oración y súplica orad en todo tiempo en el Espíritu…”. En estos versos el apóstol nos insiste a que nos mantengamos en oración en todo tiempo, porque Satanás no quiere que tengamos vida devocional, ni que busquemos el rostro del Señor; Satanás quiere tenernos ausentes de la comunión con Dios. Orar en todo tiempo, no necesariamente es “pasar de rodillas” siempre, sino es estar atentos, velando en nuestro espíritu, ante los ataques del maligno. De nada nos servirá orar y hacer otras cosas más, si no nos percatamos cuál es la red que el malo está tejiendo para atraparnos y hacernos caer. 

El verso 19 dice: “y orad por mí, para que me sea dada palabra al abrir mi boca, a fin de dar a conocer sin temor el misterio del evangelio”. Satanás impedirá a toda costa que se hable acerca del misterio del Evangelio, el cual es Cristo y la Iglesia. Cuando decidimos abrir nuestro corazón a la revelación del Cuerpo de Cristo, entonces, Satanás nos presenta batalla. El maligno desea que las Iglesias de Cristo sean destruidas, sobre todo aquellas que han recibido la revelación del misterio, y que han empezado a caminar en pos de vivir a Cristo.

Quizás muchos hermanos han dejado de asistir y de perseverar en las reuniones, pero no ha sido por falta de anhelo de Dios, o que no lo amen, sino porque siendo engañados por Satanás han perdido la batalla. El adversario nos estorba, provoca en nosotros ánimo decaído, desesperación y muchas cosas negativas para que no sigamos en pos de Aquel que nos llamó. 

No creamos la mentira de Satanás que nos dice que no amamos a Dios. Satanás es sutil para hacernos creer que no amamos a Dios, pero no es cierto, la misma Vida que Él nos dio nos hace que amemos a Dios y Su Reino. Oremos: ¡Señor, danos la gracia para mantenernos creyendo que somos libres, y que podamos estar firmes en la fe¡ ¡Amén!

Apóstol Marvin Véliz