Un Principio Básico en la Vida de todo Creyente Es tener Comunión con Dios.

Un Principio Básico en la Vida de todo Creyente Es tener Comunión con Dios. 

Muchas veces nos desanimamos en nuestra caminata con el Señor y cuando decidimos reiniciar, nos vamos por la tangente, no hacemos lo que deberíamos. Si deseamos avanzar en nuestra caminata con el Señor, lo que debemos procurar es dar pasos de fe, tal y como nos sucedió el día que conocimos al Señor. 

Hay principios que muy posiblemente pasamos por alto en los inicios de nuestra vida espiritual y lamentablemente lo que nos enseñaron fueron cosas secundarias, es decir, aprendimos “x, y, z” antes del “a, b, c”. Aprendimos cosas muy profundas, pero no las cosas prácticas; aprendimos escatología, pero no el presente de nuestra vida en el Señor. En el Nuevo Pacto, o sea, en el Nuevo Testamento lo más importante es la Vida que fue procesada en carne y que también desea procesarse en nosotros. La vida cristiana debe ser literalmente una experiencia de Vida, la cual, nosotros no debemos dejar de vivir, ni experimentar, si no por el contrario, debemos de mantener ese hilo de Vida en el Señor con el que comenzamos. Es como cuando nace un niño, él no necesita de comida sólida, ni mucha ropa, ni muchos juguetes, si no lo que él necesita básicamente es vivir y alimentarse a través del pecho de su madre, teniendo eso, estará más que bien. Todo tiene su tiempo y su lugar, por lo tanto, hay cosas básicas las cuales debemos afianzar bien, si realmente queremos caminar bien y avanzar en el Señor. No debemos de creer que avanzamos si predicamos, o si servimos en algo en la Iglesia, o si cantamos, o tocamos algún instrumento; lo más básico y esencial que cualquier hijo de Dios debe tener en los inicios de su vida cristiana es su comunión con Dios. Esto es la clave para un buen desarrollo en el Señor.

Tener comunión con Dios, o estar en Su presencia no es sinónimo de cantar bien, o tocar un instrumento; hay hermanos que quieren buscar al Señor por medio de estas cosas y lo más frustrante es que ni cantan, ni tocan bien. Hay muchos que han tergiversado este punto diciendo que el secreto de David para ganarse el corazón de Dios fue la alabanza, sin embargo, su secreto no fue ser un buen músico, de ser así, ya estamos descalificados muchos que no tocamos ni siquiera un pandero, el secreto de David fue conocer el corazón de Dios. Al estar en comunión con Dios, llegaremos a conocer su corazón y por ende tendremos un buen desarrollo en el Señor.

Piense en una pareja de jóvenes que se desposan, se conocen, luego se casan, se van a vivir juntos a su nueva casa y justo en esos primeros días de matrimonio, la esposa le dice a su marido: “quisiera ir unos quince días a la casa de mis padres, pues, los extraño mucho” ¡Ah! Eso es inaudito, imposible; ningún marido cuerdo le daría tal permiso a su esposa en los días de la luna de miel, tal pensamiento es incongruente porque el hombre se une a su mujer para estar juntos y en comunión. No es normal un matrimonio en que la pareja no esté junto a su cónyuge. En cuanto a nosotros y Cristo la condición es la similar a un matrimonio, así dice 2 Corintios 11:2 “… pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo”. Estamos desposados con Cristo, estamos casados con Él desde el día que lo conocimos, así que tenemos que estar en comunión con Él siempre. Como Iglesia somos una entidad comprometida con el Señor, por lo tanto, la comunión es la base de nuestra fe. Debe ser inconcebible para nosotros pasar un día sin comunión con el Señor. Alguien podrá decir: “hermano, lo que sucede es que hay días que yo me siento tan mal con el Señor que prefiero no buscarlo”; si la Escritura compara nuestra relación con Cristo como un matrimonio, debemos saber que el pivote más fuerte de la unión entre un hombre y una mujer es, precisamente, la intimidad y por lo tanto, debemos procurarla. Los problemas más grandes del matrimonio se dan cuando la pareja pierde la comunión, si ellos no corrigen esto, tarde o temprano terminarán separándose. Igualmente es lo espiritual, si nosotros tenemos problemas con el Señor, lo peor que podemos hacer es dejar de buscar la comunión con Él. Tengamos la convicción firme de estar con Él siempre; pase lo que pase hemos sido llamados a la comunión con Él; no hay excusa para no estar en comunión con Él. Al respecto dice la Escritura: 

1 Corintios 1:9 “Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor”. 

Hebreos 4:16 “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”. 

1 Juan 2:1 “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. v:2 Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo”.

Todos estos versos nos muestran que debemos tomar la decisión de estar siempre delante del Señor. La comunión con Dios a veces es muy estimulante, profunda, gozosa y hermosa; pero hay tiempos que ésta se vuelve seca y desértica, pero sea como sea, si ya nos casamos con Él, vivamos con Él todos los días de nuestra vida. Por Su parte, Aquel que decidió hacernos Su esposa, en una ocasión dijo: “… y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén”. (Mateo 28:20)

Este asunto de la comunión con Dios define nuestra Vida y nuestro desarrollo en el Señor. La comunión con Dios debe ser uno de los pivotes de nuestra vida como creyentes; si así hacemos, seremos creyentes normales. Un cristiano normal no es aquel que está abundado en predicar “La palabra”, porque eso es un don. Nadie puede pensar que está bien porque predica bastante; nadie tampoco puede pensar que está bien porque tiene poder y hace milagros, pues, tales virtudes son dadas por Dios; nadie puede sentir, ni creer que está bien porque le sirve al Señor en alguna área, esto es juzgar de manera utópica y subjetiva las cosas, es una forma equivocada de ver como estamos delante del Señor, antes bien, debemos medir como estamos con Dios, según como sea nuestra comunión con Él.

Apóstol Marvin Véliz