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Mostrando entradas de septiembre, 2020

¡YO NO SÉ QUE ME PASÓ, NO SOY ASÍ!

¡YO NO SÉ QUE ME PASÓ, NO SOY ASÍ! ¿Ha escuchado usted esta frase? ¿Cierto que a menudo la decimos nosotros?. Dice Santiago 1:13 “Nadie que es tentado, diga: Soy tentado por Dios. Porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni Él tienta a nadie; 14 sino que cada uno es tentado cuando es atraído por la propia concupiscencia, y seducido. 15 Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, engendra el pecado, y el pecado, ya desarrollado, da a luz la muerte. 16 No os engañéis, amados hermanos míos” (BTX). Este pasaje dice: “No os engañéis”, quiere decir que nos podemos engañar nosotros mismos. A veces pensamos que sólo podemos engañar a los demás, cuando en realidad también nos podemos engañar a nosotros mismos. Lo más terrible que le acontece al ser humano es convertirse en la guarida de un “Falso Yo”, con esa pseudo-identidad puede vivir engañado toda la vida. El apóstol Santiago nos dice claramente en el pasaje que cada uno debemos hacernos responsables de nuestros actos pecamino

Los que conocemos al Señor, y hemos muerto a la Ley, también debemos vivir sin condenación.

Los que conocemos al Señor, y hemos muerto a la Ley, también debemos vivir sin condenación.  Dice Romanos 8:1 “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, 2 porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús te ha librado de la ley del pecado y de la muerte. 3 Porque lo que no pudo hacer la Ley, ya que era débil por causa de la carne, lo hizo Dios enviando a su propio Hijo en semejanza de nuestra carne pecaminosa, y por el pecado, condenó al pecado en la carne, 4 para que la exigencia de la Ley fuera cumplida en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al espíritu” . Debemos aprender a vivir sin condenación. Es caótico ver como la mayoría de los seres humanos son criados bajo muchos preceptos de religión, sin embargo, lo que menos quieren es venir al Señor porque siempre se sienten condenados. Para los hijos de Dios no debe existir esa sensación de condenación. El Espíritu de Vida que nos dieron nos ha librado de la ley del pecado y de la

¿POR QUÉ NOS CUESTA ARMONIZAR CON DIOS?

¿POR QUÉ NOS CUESTA ARMONIZAR CON DIOS? Sin lugar a dudas la naturaleza de los seres humanos es terrenal e individualista. Esta naturaleza se manifiesta en la tendencia que tiene el hombre de vivir para sí mismo. En otras palabras, al hombre caído le importa primero él mismo, luego él mismo, y en último lugar él mismo. Por otro lado, la naturaleza de Dios es contraria a nosotros, Él es un “Dador”, Él es amor, y por ser amor lo entrega todo. A raíz de esta realidad, el primer gran impedimento que tenemos para poder armonizar con Dios es que nuestra naturaleza se encuentra en un estado degradado que es contraria a la naturaleza de Dios.  Cuando Dios creo al hombre a su imagen y semejanza, en el huerto del Edén, el hombre estaba en total armonía con Dios, de manera que Adán no solo tenía comunión con Él, sino que lo entendía, y trabajaba para Él. En los primeros capítulos de Génesis podemos ver como Dios le delegaba determinadas tareas a Adán, y éste las podía llevar a su cumplimiento por

PARA PODER TRANSMITIR EL MENSAJE, NECESITAMOS SER SERVIDORES E IDENTIFICARNOS CON LOS OYENTES.

PARA PODER TRANSMITIR EL MENSAJE, NECESITAMOS SER SERVIDORES E IDENTIFICARNOS CON LOS OYENTES. Dice 1 Corintios 9:19 “Por lo cual, siendo libre de todos, me he hecho siervo de todos para ganar a mayor número. 20Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la ley (aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a los que están sujetos a la ley; 21a los que están sin ley, como si yo estuviera sin ley (no estando yo sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo), para ganar a los que están sin ley. 22Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos. 23Y esto hago por causa del evangelio, para hacerme copartícipe de él”. En este pasaje vemos a un apóstol Pablo que está dispuesto a hacerse siervo de los demás. La mayoría de los hermanos mayores tienen el paradigma de ser servidos por los jóvenes, creen que es una regla inquebrantable, que es una falta d