LA CARRERA DEL CRISTIANO

LA CARRERA DEL CRISTIANO

Quiero decirles a manera de introducción que el Señor, por Su Gracia, nos ha permitido tener revelación en cuanto a Su Cuerpo, y por medio de ella hemos podido avanzar lo que en toda nuestra vida evangélica no habíamos hecho. La revelación del Cuerpo de Cristo nos ha traído una enorme bendición, y el entendimiento de que no estamos solos. Conocer tal verdad nos ha dado conciencia de la realidad del Evangelio que está descrito en todo el Nuevo Testamento. A raíz de esa bendita revelación, que es la columna vertebral de todo lo que Dios enseñó a través de sus apóstoles, hemos tomado conciencia de lo que realmente es la vida corporativa. Ahora sabemos la responsabilidad que tenemos para con el Cuerpo de Cristo. Hemos entendido que la Iglesia no se sostiene con la ayuda de los pastores “evangélicos” (que son una mezcla entre apóstol, anciano, evangelista, etc.), sino que ésta se sostiene y vive al edificarse mutuamente los unos a los otros. Estoy consciente que hemos avanzado cual hijos que viven los ciclos de la vida con toda normalidad.

Ahora bien, para mantenernos en un avance en la revelación del Cuerpo de Cristo, es necesario que reparemos la parte en cuanto a nuestra vida y desarrollo personal con el Señor. Lo que aprendimos en la religión evangélica fue tratar de maquillar nuestro exterior, nos exigieron cambios y para ellos nos enseñaron a refugiamos en el legalismo, de manera que nos convertimos en el sabor y antojo de la gente y no en lo que Dios había programado para nosotros. A la mayoría de nosotros nos aconteció lo que un día el Señor les dijo a los fariseos: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque recorréis el mar y la tierra para hacer un prosélito, y cuando llega a serlo, lo hacéis hijo del infierno dos veces más que vosotros.” (Mateo 23:15)

Lastimosamente, desde que nos convertimos al Señor caímos en las garras de una Iglesia institucionalizada que nos enseñó a fingir lo que no éramos, con tal de satisfacer el gusto de los demás. El resultado de esto es que, ahora, al vernos expuestos a la revelación del Cuerpo de Cristo, nos damos cuenta que somos miembros raquíticos, entumecidos, muertos, que no tenemos en nosotros mismos la capacidad y potencia para bendecirnos los unos a los otros. Somos miembros atrofiados que no crecimos bien, nunca aprendimos que es mejor dar que recibir, y que todos llegamos con necesidad y menesterosos a la reunión pero sin una palabra para nuestros hermanos porque no nos enseñaron adecuadamente.

En esta ocasión, quiero exhortarles a que volvamos al génesis de nuestra vida en el Señor, que aprendamos ciertas lecciones que el Señor nos ha dejado para que Su Espíritu pueda operar en nosotros, y así nos suceda el maravilloso milagro de ser transformados. Sé que para el mundo, para nuestros mismos hermanos en Cristo, y para muchos a nuestro alrededor somos un oprobio pues no mostramos en nuestras vidas lo que tenemos en el Señor. 

Quiero invitarlos, en primer lugar, a tomar ejemplo de las palabras que el apóstol Pablo dijo: “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado. Pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está por delante, prosigo a la meta hacia el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.” (Filipenses 3:13 y 14) Hermanos, dejemos atrás las glorias del pasado; yo también quiero decirles: olvidemos los años que hemos caminado en el Señor y volvamos a empezar en Cristo como niños. Ya es tiempo de ceder y dejar atrás nuestra posición, la fama, etc. títulos que ganamos por nuestro prestigio evangélico. La gran mayoría de nosotros tenemos algo de que gloriarnos de nuestra vida pasada, pero Pablo dijo: “… todo lo que para mí era ganancia, lo he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y aún más, yo estimo como pérdida todas las cosas en vista del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor, por quien lo he perdido todo, y lo considero como basura a fin de ganar a Cristo” (Filipenses 3:7 y 8) ¿Qué tal si nosotros nos olvidamos de los rangos, de las insignias, posiciones, honras que alguna vez obtuvimos y empezamos de nuevo?

LA URGENTE NECESIDAD DE VOLVER NUESTRO CORAZÓN AL PRINCIPIO

El desarrollo de nuestra caminata en el Señor tiene como elemento de transformación la Vida Divina que está en nosotros, la cual produce un cambio en nuestras vidas, primeramente, cuando somos regenerados y en segundo lugar cuando se mezcla con nuestro ser.

La única manera de avanzar en nuestra caminara con el Señor es que Su Vida invada todo nuestro ser. Cuando Cristo viene a nuestra vida, Él se aloja única y exclusivamente en nuestro espíritu, esperando, luego, poder invadir todas las áreas de nuestra vida, como el corazón, la mente y la voluntad. Crecer en el Señor significa crecer en la Vida Divina, esto quiere decir que dicha Vida tiene que llegar a ser nuestro vivir. La Vida de Dios debe invadir nuestros sentimientos, nuestro tiempo, nuestros pensamientos, nuestra voluntad, en fin, todo nuestro ser. Todo esto es un proceso, pero no perdamos de vista que sólo corremos la carrera en el Señor en proporción al crecimiento de la Vida Divina en nosotros, todo lo demás es religión.

El fundamento en el cual nosotros debemos pararnos es el siguiente: “Lo que se produzca en nosotros debe ser por gracia, lo demás no sirve para nada.” La gracia sólo opera por medio de la fe. Debemos caminar creyendo lo que el Señor ya hizo por nosotros y disponer nuestro corazón a lo que Él decida para nuestras vidas. ¡Extendámonos a lo que esta adelante¡

Apóstol Marvin Véliz