UN CUERPO AGREGADO A LA SUSTANCIA DIVINA

UN CUERPO AGREGADO A LA SUSTANCIA DIVINA 

Filipenses 2:6 “aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, v:7 sino que se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres. v:8 Y hallándose en forma de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”. 

Cristo antes de ser enviado a la tierra no tenía un cuerpo humano, sino, tanto Él como el Padre eran sustancia divina. El apóstol Juan dijo esto de la siguiente manera: “En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. El estaba en el principio con Dios” (Juan 1:1-2). Antes de venir a la tierra, en la eternidad pasada, Cristo existió en la condición del “Verbo”. La Biblia nos muestra a nosotros claramente que Jesucristo, el Hijo de Dios sufrió un cambio eterno en su condición divina, puesto que tomó un cuerpo en Belén, y lo conservó aun después de la muerte de la cruz. Al día de hoy nuestro Señor Jesucristo está sentado a la diestra del Padre en las alturas, pero con un Cuerpo humano glorificado. Después del padecimiento de la cruz, Él resucitó y ascendió una vez más para estar con el Padre, sólo que ya no como estaba en la eternidad pasada a la manera del VERBO, sino con una semejanza de Hijo de Hombre. El cuerpo glorificado en el cual habita el Señor Jesús hasta el día de hoy es el mismo cuerpo con el que vino a la tierra, es el mismo cuerpo con el que padeció en la cruz del Calvario, y será el mismo cuerpo que tendrá por toda la eternidad, pero transformado y eternizado. 

La importancia de entender esto es porque Dios (como sustancia divina) quiere darse a conocer al hombre, pero el problema es que el hombre es incapaz de acercarse a Dios, por la razón de que Dios habita en luz inaccesible. Por lo tanto, Dios que es sabiduría, comenzó un proceso para lograr darse a conocer al hombre. Primeramente, Él mismo se vertió en el Hijo, luego el Hijo tuvo que adquirir un cuerpo de hombre para darse a conocer a los hombres. Todo este proceso se dio sin que se perdiera la esencia divina, tal como lo dice Juan 1:14 Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. La esencia divina no se perdió en el Hijo, ni se vio menguada ni alterada en ninguna manera, pero la apariencia de la deidad sí cambió eternamente, porque vino a habitar en un cuerpo de hombre. 

Debido a este proceso, podemos decir que la condición y la naturaleza de Dios-Hijo después de la resurrección, nunca más llegará a ser la misma que Él tuvo antes en el principio con Dios, porque ahora el tiene un cuerpo, uno que esta glorificado. De allí en adelante, no podremos concebir jamás a la divinidad sin un cuerpo, porque el cuerpo que tomó la divinidad es ahora la plataforma, o la condición de Su expresión. Es una realidad que la divinidad está suscrita al Cuerpo de Cristo, tal como lo dice Colosenses 2:9 Porque toda la plenitud de la Deidad reside corporalmente en El, tengamos claro que Cristo no cambió en cuanto a Su divinidad, Él sigue siendo el mismo, el detalle que cambió para siempre es que se corporificó en el cuerpo del Hijo. 

De todo esto lo mas glorioso para nosotros es que nosotros mismo somos participantes de la naturaleza divina por medio de Cristo, quien en esencia es Dios y en cuerpo es hombre y nosotros somos por él, de él y para él. Es por medio de su cuerpo que el verbo pudo engendrar muchos hermanos, puede llevar familia al padre, de los cuales el no se avergüenza de llamarlos hermanos porque de uno son todos (ver Hebreos 2.10-13).

Apóstol Marvin Véliz