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SI NOS CONSAGRAMOS SEREMOS FELICES


SI NOS CONSAGRAMOS SEREMOS FELICES. 

Muchos sienten temor cuando piensan en la consagración, con sólo escuchar esta palabra ya sienten escalofríos. El concepto que la mayoría tienen de consagrarse es “dejar de hacer”, es “ya no hacer las cosas que les causan tanto placer”, y es por eso que la mayoría de cristianos son renuentes a consagrarse. Hay quienes han pensado en consagrarse solo cuando se han ido a dar un duro golpe en la vida, entonces, vienen llorando, y prometiéndole a Dios que se consagrarán totalmente a Él. Por supuesto, esta disposición a consagrarse generalmente dura muy poco. 

La consagración ha desaparecido del vocabulario cristiano, pero es medicina para el alma. Generalmente la medicina es fea, tiene mal sabor, pero es la única manera que tenemos para sanarnos. Tal vez algunos consideren que consagrarse es como esas medicinas amargas y difíciles de tragar, pero si lo hacemos por el Espíritu que nos ha sido dado, seremos realmente felices. Si no nos consagramos, jamás podremos agradar a Dios, y por consiguiente, jamás podremos tener una vida plena. 

Dice Romanos 6:21 “¿Pero qué fruto teníais de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte. v:22 Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna. v:23 Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”. El apóstol Pablo está aseverándonos que nada bueno sacamos del pecado, que el único fruto que deja es muerte espiritual. No hay otro camino más seguro que la consagración si queremos vivir felices. 

La consagración a Dios es dolorosa para la carne, pero produce en nosotros Vida de Dios. No pensemos a corto plazo, no pensemos en el placer que dejamos de obtener al no practicar el pecado, más bien, démonos cuenta que la “paga del pecado es muerte”. Dios quiere que nos consagremos para que seamos partícipes de Su santidad. 

El pecado es una práctica viciosa de nuestra carne, pero además, es un refugio de nuestros conflictos emocionales. La vida licenciosa y contraria a la santidad de Dios es el resultado de satisfacer las demandas de la carne, sólo que se llega a un punto en el que se vuelve un vicio difícil de dejar. El pecado comienza siendo placentero y deleitoso, pero con el tiempo nos damos cuenta que su fin es muerte. Tarde o temprano, el pecado pasa las facturas, y llega el punto en el que ya no es algo agradable, sin embargo, ya no podemos escapar de sus amarras. 

El pecado no es sólo el vicio de la carne, sino también es un refugio emocional de nuestro interior. El pecado se convierte en un refugio ante las experiencias adversas que hemos vivido en el transcurso de nuestro desarrollo psicológico. El pecado ciertamente son los actos que nos hacen sucumbir ante la tentación, pero también son la vía de escape ante nuestros traumas interiores. Para que nosotros podamos ser felices, entonces, no debemos practicar el pecado. ¿Por qué nos cuesta tanto abandonar el pecado y consagrarnos a Dios? En primer lugar, porque en nuestra carne no podemos; pero en segundo lugar es porque al dejar el pecado, también dejamos el refugio emocional en el que nos hemos atrincherado por años. No debemos atacar el problema del pecado sólo queriendo eliminar las malas obras; eso es como cortarle los frutos a un árbol, pero al tiempo volverán a salir más; lo que debemos hacer es cortar el árbol de raíz. Con los años, el pecado se vuelve nuestra zona de confort, nuestra fortaleza, por lo tanto, es difícil dejarlo. El pecado es como una máscara que esconde nuestra verdadera personalidad, y nos acostumbramos a estar detrás de ella porque sentimos que oculta las tristezas y derrotas que hemos llevado a lo largo de la vida. 

Nuestra vida no sólo está configurada mentalmente, mucho de lo que somos es el cúmulo de experiencias que quedaron registradas a nivel emocional, por lo tanto, a veces ni sabemos porqué reaccionamos de “x” o “y” manera. En este aspecto nosotros somos como los perritos, ellos son instintivos, y van adecuando su manera de ser a los estímulos que reciben. En una ocasión recuerdo que fui a visitar a un hermano, y cuando me fui a lavar las manos, me di cuenta que debajo de la pila había un perro. Yo le pregunté al hermano por qué el perro se escondía allí, y él me contestó que al animalito le gustaba estar debajo de la pila. Más tarde la esposa contó que el esposo pateó muchas veces al perro, pero éste descubrió que en ese lugar no le pegaba, así que sólo allí pasaba. En este aspecto emocional nosotros somos iguales; los golpes de la vida nos hacen escondernos en el pecado. Muchas veces los traumas los causan las personas más cercanas a nuestro alrededor, a veces los mismos padres pisotean la personalidad de los hijos; en otros casos, los tíos o los primos causan abusos de toda índole, aun hasta abusos sexuales. No debemos indagar qué cosas nos acontecieron en nuestra niñez porque eso no nos traerá sanidad, pero sí debemos reconocer que muchos de los pecados que practicamos son los refugios de nuestra alma herida. 

Los pecados comienzan siendo un refugio del alma, pero la constante práctica los convierte en vicios. Por ejemplo, algunas personas empiezan a fumar con tal de ser tomados en cuenta por un determinado grupo social, pero más tarde el cigarro se les convierte en un vicio. Luego, algunas de estas personas, cuando ya no les causa tanto placer fumar “cigarros”, empiezan a probar la marihuana, al punto que se les convierte en un nuevo vicio, y así cada vez, se vuelven más esclavos de los vicios. A veces los jóvenes empiezan a tomar bebidas alcohólicas porque desean sentirse mayores, y dicha práctica los convierte en borrachos. Lo que comienza siendo un refugio y algo deleitoso, con el pasar del tiempo se convierte en causa de vergüenza, esclavitud, y afrenta, porque la paga del pecado es muerte. El Señor puede y quiere libertarnos de esos refugios del alma; Él desea que seamos libres, por ello es necesario consagrarnos. 

Vivir libres del pecado responde a la naturaleza divina. Ahora bien, el Señor no nos pide que renunciemos al pecado sólo porque a Él no le agrade, sino porque sabe cuánto nos beneficia a nosotros vivir libres de éste. Dios quiere que no vivamos en el pecado porque desea nuestra felicidad, Su intención es que seamos bienaventurados. No le creamos al mundo ni a su doctrina del placer, creámosle a Dios, sólo Él puede hacernos realmente felices. El que se consagra a Dios, y por ende, empieza a ser libre del pecado, va a experimentar en su interior el fluir de la Vida divina. 

Nadie es feliz teniendo conflictos interiores, es por eso que Dios quiere liberarnos de nuestros refugios en el pecado. El sistema del mundo ha engañado a la humanidad, le ha hecho creer que son tan instintivos como los animales, y que por eso deben hacer lo que les plazca. Pero nosotros no somos animales, tenemos una vida interior, una conciencia, una mente, podemos elegir entre el bien y el mal, somos seres espirituales con capacidad de contactar a Dios. 

Démosle espacio al Señor para que Él rompa los yugos del alma que nos amarran al pecado. En el fondo todos sabemos que el pecado no nos da ninguna felicidad. Hasta el día de hoy lo que prevalece es la premisa divina que nos dice: “son felices los que se apartan del pecado”. Vivir consagrados a Dios nos producirá la mejor Vida que podamos imaginar. 

Apóstol Marvin Véliz

Comentarios

  1. Cuan importante es vivir una vida consagrados a Dios porque muchas veces los traumas de nuestra vida hacen de que nos aferramos al pecado y nos aferramos tanto que se nos vuelve un vicio a tal punto que vivimos apartados de la vida de Dios, asi que hermanos que podamos vivir consagrados al Señor porque asi podremos tener felicidad. Benjamín

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  2. Hay mucha realidad de la.crisis que.el.ser.humano vive y no importa cuanto haya vivido o.capacitado su ser interior necesita un tratamiento divino. Aun mas cuando en hombre se.enfrasca en sus traumas, por eso.esta receta divina para obtener.un verdadero.gozo trae esperanza y una verdadera libertad. Es.cierto que.siempre las.cadenas nos hacen pensar que.somos.esclavos y no.nos damos cuebta que al.igual que el.elefeante de.circo nos.c p ndicionaron a pensar que estabamos anclados y solo es una pantalla si.en.verdad cristo aparecio para destruir las.obras de.satanas.
    Bendita invitacion para tomar un buen inicio , consagremonos al.señor y permitamos que su.vida de accion a la.nuestra.

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