Ir al contenido principal

SÓLO PODEMOS PARTICIPAR DE LA HERENCIA DE DIOS POR MEDIO DE LA COMUNIÓN CON LOS SANTOS


SÓLO PODEMOS PARTICIPAR DE LA HERENCIA DE DIOS POR MEDIO DE LA COMUNIÓN CON LOS SANTOS . 

Colosenses 1:12 “con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz; v:13 el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, v:14 en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados”. 

Al ser alcanzados por el Señor, somos cambiados de dimensión. Cuando vivíamos sin Dios estábamos atrapados en el Reino de las tinieblas, sin embargo, al creer en Cristo nos trasladaron al Reino de luz, que es lo mismo que hablar de Su Cuerpo místico, o la Iglesia. Este traslado que experimentamos tiene como propósito que seamos partícipes de la herencia que Dios nos ha dado. Esta herencia a la que Dios nos ha llamado no la podemos aprovechar, ni disfrutar, a menos que estemos en armonía con Su Cuerpo místico, que es la Iglesia. 

Dice el v:12 “… nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz”. El apóstol Pablo nos está hablando en este pasaje desde una perspectiva judía. Al recordar la historia de Israel nos damos cuenta que a cada una de las doce tribus Dios les dio por herencia una porción de la tierra de Canaán; esta es la figura usada por el apóstol. Para nosotros la herencia de Dios se hace efectiva a través de las Iglesias locales, pues, ahora ya no hay tribus como en Israel; en el Nuevo Pacto disfrutamos la herencia de Dios en la localidad en la que vivimos. A cada grupo de hermanos que participan y conforman la Iglesia en una localidad determinada, Dios les permite estar en Su Reino de luz, y por ende, participar de Su herencia. 

Dice 1 Juan 1:5 “Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él”. Estar en Dios es estar en luz, pero dice también 1 Juan 1:6 “Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad”. Quiere decir que es posible que un cristiano, aunque sepa que Dios es luz ande en tinieblas por causa de no andar con Dios. Entonces, ¿Cómo podemos saber de manera objetiva que estamos en luz, o que andamos con Dios? La respuesta clara nos la dice 1 Juan 1:7 “pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado”. La manera objetiva para saber que estamos en luz es proporcional a la comunión que tengamos con los santos. Ningún cristiano puede disfrutar de la herencia de Dios, sino es a través de los santos. Debemos pagar un precio por tener comunión con los hermanos, eso incluye soportarnos, servirnos, y tolerarnos aun con nuestras deficiencias humanas. Para Dios sólo los que perseveran en comunión con los santos pueden hacerse partícipes de Su herencia. 

Dice Efesios 3:18 “que seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, v:19 y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios”. Este otro pasaje nos deja claro que la herencia que Dios nos ha puesto a nuestro alcance se activa únicamente cuando estamos con los santos. Nadie que sea un individualista podrá disfrutar la herencia que Dios quiere darnos. 

La herencia es Dios mismo, sólo que a Él es imposible obtenerlo, conocerlo y disfrutarlo a menos que estemos en comunión con los santos. La anchura, la longitud, la profundidad y la altura nos hablan de las diferentes dimensiones en las que podemos conocer a Dios. Podemos llegar a conocer a Dios en esta vida de maneras insospechadas, toda vez y cuando estemos en unión con los santos. Debemos tener comunión con Dios (en un sentido vertical), pero sin descuidar la comunión con Él a través de Su Cuerpo (en un sentido horizontal), tocándolo a través de los hermanos. 

Si ya sabemos que tenemos el privilegio de que Dios sea nuestra herencia, veamos cuan importante es que nos mantengamos en comunión los unos con los otros. Como seres humanos podemos tomar la actitud de aislarnos de todo el mundo, y volvernos unos ermitaños; pero si como hijos de Dios nos volvemos individualistas, entonces, estamos desechando la heredad que Él nos quiere dar. Al separarnos del Cuerpo de Cristo, automáticamente estamos desechando las virtudes que Dios ha dispuesto darnos, así como también el conocimiento de Dios mismo, es decir, la gloria de conocerlo a Él no sólo a nivel mental sino en experiencia. Cuando nos mantenemos pegados al Cuerpo de Cristo sucede lo contrario, podemos experimentar y vivir bajo el poder libertador y transformador de nuestro Señor. 

Esta experiencia de conocer al Señor comienza desde el día en que nos convertimos al Evangelio. Al momento de nuestra conversión el Señor nos traslada del Reino de tinieblas a Su Reino de luz, esto es lo mismo que hablar de la experiencia de ser bautizados en el Espíritu Santo, o de ser incorporados a la Iglesia. Esta obra es de carácter espiritual, es una obra que Dios ya hizo pero la disfrutamos únicamente si estamos en comunión con los santos. Imagínese que a usted le regalan un cofre lleno de joyas, y junto con ello le dan la llave para abrir ese cofre. Si usted pierde la llave, no podrá usar las joyas; la clave, entonces, para hacer uso de las joyas es la llave del cofre. De igual manera nos sucede con la heredad que Dios nos ha dado, necesitamos una llave para accesar a ella, y esa llave es la “comunión con los santos”. Sólo hasta que tenemos una actitud interior de recibir a los santos en el corazón, y hacer esfuerzos por reunirnos con ellos, entonces, disfrutamos la herencia que Dios tiene para nosotros. Ahora bien, aclaremos que estos “santos” con los que se hace efectiva la herencia de Dios son aquellos con los que conformamos una Iglesia local. 

La palabra Iglesia se deriva del griego “ekklesia”, que quiere decir “los llamados a salir”, quiere decir que cada vez que nos reunimos como Iglesia estamos congregados los que hemos sido sacados de las tinieblas. ¡Aleluya! Al venir al Señor somos llevados fuera del reino de Satanás, e introducidos al Reino de luz. Al reunirnos con los santos en la Iglesia local, demostramos objetivamente que hemos sido trasladados al Reino del Señor.

Apóstol Marvin Véliz

Comentarios

  1. Que hermosa esta palabra porque nos deja bien claro cuan importante es estar metidos en la esfera del cuerpo porque el Señor despues de sacarnos de las tienieblas nos iso aptos en su herencia pero esa herencia solo la podremos disfrutar si estamos apegados a su cuerpo amen

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Si no posees cuenta de Google o de alguna otra que aparezca en el listado, puedes comentar con la opción de perfil anónimo y dejarnos tu nombre al final de tu escrito. Gracias.

Entradas populares de este blog

LA NECESIDAD DE SER DILIGENTES

LA NECESIDAD DE SER DILIGENTES INTRODUCCIÓN: Quiero empezar por decir que la diligencia es más que básica y necesaria para servirle al Señor. Recordemos que el servicio al Señor está relacionado con la Vida divina, y no sirve de nada que prediquemos y expliquemos que Cristo es el Salvador, si no impartimos Vida entre los hombres. Dios nos llamó a ser impartidores de algo intangible, así es Su naturaleza. Debemos tener conciencia que la Vida Eterna es la realidad más grande que el hombre puede alcanzar en este mundo, y a la vez, lo que nosotros debemos poner al alcance de los hombres. Dice  La Escritura en Juan 1:17 “Porque la ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad fueron hechas realidad por medio de Jesucristo” . Es, precisamente, en este punto donde la diligencia se vuelve un factor de mucha importancia, pues para mantener el fluir de vida necesitamos ser diligentes, sólo de esta manera la vida de Dios estará activa en nosotros. Leamos los siguientes

SUBIR AL MONTE Y EDIFICAR EL TEMPLO

SUBIR AL MONTE Y EDIFICAR EL TEMPLO Quiero empezar este artículo dando un pequeño contexto del pasaje que acabamos de leer. El profeta Hageo profetizó en los tiempos en los que los hijos de Israel regresaron de la deportación de Babilonia, después de setenta años. Cuando los israelitas regresaron a su tierra, toda la nación, incluido el templo, estaba en una total ruina. La mayoría del pueblo volcó su mirada a sus propias necesidades, pues, éstas eran más que obvias; pero dejaron a un lado la reconstrucción del templo de Dios. Fue en ese ambiente que el Señor levantó a Hageo y a Zacarías para que profetizaran al pueblo y lo estimularan a darle prioridad a la construcción de la casa de Dios.  El panorama que nos presenta Hageo en su libro, especialmente en el primer capítulo, se ajusta como un buen ejemplo, espiritualmente hablando, a la situación que como pueblo de Dios podemos llegar a vivir. Ciertamente el Señor nos ha sacado de la esclavitud de este mundo y nos ha tras

CÓMO DESPOJARNOS DEL VIEJO HOMBRE

CÓMO DESPOJARNOS DEL VIEJO HOMBRE El Apóstol Pablo dice en Efesios 4:19   “y ellos, habiendo llegado a ser insensibles, se entregaron a la sensualidad para cometer con avidez toda clase de impurezas. v:20  Pero vosotros no habéis aprendido a Cristo de esta manera, v:21  si en verdad lo oísteis y habéis sido enseñados en El, conforme a la verdad que hay en Jesús, v:22  que en cuanto a vuestra anterior manera de vivir, os despojéis del viejo hombre, que se corrompe según los deseos engañosos” . Pareciera que estos versos son una contradicción, ¿Acaso Cristo no solucionó con anterioridad el asunto de nuestro viejo hombre? ¿Acaso no fuimos libres en Cristo de nuestro pasado, o tenemos que obrar para alcanzar esa liberación? Ciertamente aquí vemos en escena al viejo hombre, pero antes de ver la existencia del viejo hombre del creyente, investiguemos qué quería darnos a entender  el apóstol Pablo al decirnos: “despojaos del viejo hombre”. En torno a esto dice Romanos 6:6  sa