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LA PRÁCTICA DE CONGREGARNOS NOS UBICA EN LA REALIDAD ESPIRITUAL DE ESTAR UNIDOS ORGÁNICAMENTE A CRISTO.

LA PRÁCTICA DE CONGREGARNOS NOS UBICA EN LA REALIDAD ESPIRITUAL DE ESTAR UNIDOS ORGÁNICAMENTE A CRISTO.

Sólo los creyentes que están en la práctica de congregarse van a alcanzar la plenitud de lo que Dios ha prometido en Cristo Jesús. Hoy en día muchos renuncian a los aspectos religiosos y a las sectas religiosas, y la verdad eso es bueno, aunque no es tan difícil; lo que más trabajo cuesta en el recobro del Señor es integrarse orgánicamente al Cuerpo de Cristo. Tengamos cuidado de no cometer el error de abandonar a Cristo queriendo dejar la religión. Aunque estos dos aspectos son bien parecidos, no son lo mismo; por lo tanto, debemos ser cuidadosos. El hecho de que los hombres fallen, no quiere decir que el Evangelio no sirva; y no porque los líderes nos hayan inducido hacia una ruta de muerte espiritual, debemos consentir llegar al final de ese camino. Debemos ser cuidadosos en lo que hemos de hacer al llegar al punto del hastío religioso; porque si no nos congregamos vamos a morir espiritualmente, y si nos mantenemos en la religión también vamos a morir, lo único que podemos hacer para preservar la Vida divina que nos ha sido dada es estar en unión orgánica con Cristo.

Dejar la religión no consiste sólo en dejar las malas doctrinas, pues, en realidad nadie tiene una doctrina pura. Nosotros mismos tenemos la experiencia de estar depurando constantemente la doctrina, por lo tanto, no vamos a considerar a “x”, o “y” grupo como religioso sólo por sus enseñanzas. Está bien cambiar lo que consideremos incorrecto a la luz de La Escritura, pero no es lo esencial. En lo natural, si un plato está sucio de nada sirve que le cambien la comida, pues, el problema no está propiamente en la comida sino en el plato. En lo espiritual es igual, debemos de ir en pos de la sana doctrina como un complemento a la Vida divina, pero sobre todo debemos dejar la religión. En la medida que practiquemos la unión orgánica con Cristo, en esa medida dejaremos la religión. Los que hemos creído en Cristo ya somos parte de Su Cuerpo, lo que no debemos descuidar es la práctica de Iglesia, es decir, el hecho de reunirnos con los hermanos.

El libro de Apocalipsis fue escrito por el apóstol Juan por una revelación divina, es un libro totalmente profético donde encontramos un mensaje directo del Señor a las Iglesias. Las siete Iglesias que encontramos en los capítulos 2 y 3 de Apocalipsis son una representación de la totalidad de todas las Iglesias locales del mundo en todos los tiempos. Quiere decir que la Iglesia local en Guatemala está contenida en al menos una de las localidades a las que le escribió el apóstol Juan en dicho libro, o bien, puede estar representada en las siete Iglesias. Lo interesante de esas siete cartas a las siete Iglesias, es que el Señor dice que de ellas van a salir los vencedores, así como los creyentes reprobados. Los creyentes que se congregan tienen la oportunidad de ser vencedores, o reprobados, pero ¿qué pasa con los que no se congregan? Tales creyentes, ya es un hecho que están reprobados. 

Dice Juan 15:1 “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador”. La vid verdadera es Cristo; y el viñador es el Padre, El es el que se encarga de sembrar y cosechar. Luego dice el v:2 “Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo quita; y todo el que da fruto, lo poda para que dé más fruto. v:3 Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado”. Los sarmientos son los creyentes, pero notemos que como sarmientos deben estar en unión orgánica con la vid, por lo tanto, podemos decir que los creyentes están unidos orgánicamente con Cristo. Sigue diciendo Juan 15:4 “Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. v:5 Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, porque separados de mí nada podéis hacer. v:6 Si alguno no permanece en mí, es echado fuera como un sarmiento y se seca; y los recogen, los echan al fuego y se queman”. ¡Ojo! No todos los creyentes se han librado de ir al infierno; ¡Cuidado con esta doctrina¡ Lo que sucedió es que los teólogos reformistas implantaron esta doctrina de ir al cielo o al infierno eternamente, con tal de no creer en un purgatorio, para no creer como los católicos. Habrán personas (incrédulas) que irán al infierno eternamente por no haber creído en Cristo, sin embargo, habrán creyentes que irán al infierno (al menos temporalmente) por haber sido infieles con el Señor. En estos versos el Señor nos invita a “Permanecer” en Él, quiere decir que podemos estar “No Permaneciendo en Él”, es decir, podemos ser hijos de Dios y a la vez no estar en unión con Cristo. La manera en la que nos separamos de Cristo aquí en la tierra es no congregándonos, por eso el escritor a los Hebreos dice: “no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre…” (Hebreos 10:25). Pueden haber sarmientos pegados a la vid que no den fruto, pero aquellos que no permanecen ligados a la vid están en peor condición. Si un creyente no permanece en unión con sus hermanos (en la Iglesia Local) se va a morir, no podrá ser limpiado, ni llevará fruto jamás. Al congregarnos fielmente en nuestra Iglesia Local practicamos objetivamente la unión al Cuerpo de Cristo. 

Nosotros no tenemos que hacer grandes esfuerzos para estar en la vid, esa obra la hizo el Señor Jesucristo, es lo que dice el apóstol Pablo en Colosenses 1:13 “el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo…”. Estamos en Cristo por gracia, por obra Suya; ahora bien, una cosa es “estar” y otra cosa es “permanecer”; nosotros tenemos que hacer esfuerzos por “Permanecer” en la vid que es Cristo. “Permanecer” en Cristo no se trata de ser inmaculados, sino de estar en la práctica de la Iglesia. Sólo estando en Cristo llegaremos un día a ser “santificados plenamente”, pero separados de Él nada podemos hacer. Reunirnos con los hermanos no lo es todo, pero nos ubica en la esfera de acción de Dios.

Dice Juan 17:20 “Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, v:21 para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste v:22 La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno”. El Señor dice que Él y el Padre son “uno”, y Él ora para que nosotros los creyentes también seamos hallados en Él; esto quiere decir que la Iglesia es el Cuerpo de expresión de la divinidad. En relación a la Iglesia dice Efesios 1:23 “la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo”. El apóstol Pablo dice que la Iglesia es la plenitud de Cristo; para entender esto pensemos en el siguiente ejemplo: una persona es plena si posee todos los miembros de su cuerpo, pero si pierde una de sus piernas ya no es plena, y al perder órganos más vitales, dejará de existir entre los mortales porque aunque el alma es eterna, necesita de un cuerpo para expresarse. Espiritualmente es lo mismo; Dios decidió hacer de los creyentes Su Cuerpo, el instrumento por medio del cual pueda expresarse en la tierra. 

El pasaje nos dice que el Señor Jesús y el Padre son uno, pero agrega también el v:21 “… que también ellos sean uno en nosotros”. El Señor oró al Padre para que nosotros estuviéramos en unidad con ellos (la Triunidad), por eso dice el v:22 “La gloria que me diste les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno”. Ahora bien, hay una condicionante para poder estar en unidad con Dios, y ésta es que seamos “uno” con nuestros hermanos. Esta unión que debe haber entre Cristo y la Iglesia es como la virtud que tienen los deportistas de alto rendimiento para reaccionar inmediatamente según sus pensamientos; así es la unión que debemos llegar a tener con Cristo, ser el Cuerpo que le de expresión a la mente divina. 

La cabeza espiritual (el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo) quiere dirigir a la Iglesia que es Su Cuerpo. Debemos dejar la idea evangélica de llegar a ser la Iglesia con mas miembros, lo que debemos procurar es ser “uno”, un Cuerpo idóneo para que Dios se exprese a través de nosotros. Las dos cosas básicas que debemos hacer para lograr tal unión como Cuerpo son: 1) Reunirnos, y 2) Amarnos y servirnos. Con estas dos prácticas comenzó la Iglesia del principio; dice Hechos 2:1 “Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos…” Notemos que acá se usan dos palabras: “unánimes y juntos”. La orden que el Señor le dio a los discípulos antes de ascender al cielo la podemos leer versos antes: “Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén…” (Hechos 1:4). Cuando el Señor dio esa orden habían más o menos unos quinientos hermanos, pero con el pasar de los días sólo se quedaron ciento veinte, los demás se fueron. Note qué actitudes las que tuvieron los ciento veinte que se quedaron “juntos”, pues, además de estar reunidos en un mismo lugar, estuvieron “unánimes”, así fue como resultó entre ellos la “unidad”. La disposición de ser “uno” fue tal que mientras esperaban la visitación del Espíritu Santo, pudieron elegir a un apóstol que ocupara el lugar de Judas el Iscariote. Generalmente, cuando se va a elegir a alguien para que ocupe un cargo, surgen divisiones, envidias, deseos de poder, y muchos bajos instintos más; sin embargo, ellos pudieron elegir a dos hermanos, y de manera sencilla echaron suertes para escoger a uno, y la suerte cayó sobre Matías quien fue contado con los doce apóstoles. Lo glorioso de esto es que ellos conservaron la unidad, no se disgustaron, ni se dividieron, sino que permanecieron como uno solo. Si nosotros cumplimos éstas dos condiciones de estar “juntos y unánimes” en el Nombre del Señor, entonces somos la Iglesia. 

La Iglesia Universal no puede manifestarse sin las Iglesias locales, y una Iglesia local no existe si no hay santos que estén juntos y unánimes. Yo les insto a que se reúnan, a que cumplan con la cuota mínima de estar con los hermanos de su localidad por lo menos una vez a la semana. Si así hacemos vamos por buen camino para desarrollarnos saludablemente como Iglesias locales. Obviamente faltarán muchas más cosas que ver, y errores que reparar, pero ocuparnos de estar juntos y unánimes es un buen inicio para estar en unión orgánica con nuestro Señor Jesucristo. ¡Amén!

Apóstol Marvin Véliz

Comentarios

  1. Yo creo que Dios en este tiempo quiere darnos a entender que la unica manera en la cual nosotros vamos a poder ser "santificados plenamente" es Permanecer unidos a la vid que es Cristo y ¿Como permaneceremos unidos a el? Por medio del cuerpo de cristo.Hermanos apesar de la situacion en la cual estamos viviendo busquemos la menero de estar en comunicacion con nuestros hermanos y que esto no nos impida reunir aun en la distacia.Amen

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  2. Que hermoso es poder entenderes que la unica forma en la que podremos alcanzarla plenitud de lo que Dios a prometido en Cristo jesus solo la podremos alcanzar congregandonos y tener comunion con el cuerpo de Cristo solo lo alcanzaremos pero muchas veces eso es lo que menos hacemos muchos ya no quieren reunirse y eso no debe ser asi,hermanos que nos podamos reunir fielmente para alcanzar esa plenitud

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