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¿Nos AUTORIZA LA BIBLIA PONERLE “NOMBRES” A Las Iglesias locales?


¿Nos AUTORIZA LA BIBLIA PONERLE “NOMBRES” A Las Iglesias locales?

Es necesario dejar muchas cosas que hemos heredado de la religión evangélica, y vamos a insistir en estos puntos; pero esto no tiene el fin de pelear o dividirnos del Cuerpo de Cristo. No somos divisionistas, ni sectarios. Somos el Cuerpo de Cristo, y de igual manera reconocemos que ese Bendito Cuerpo está diseminado en todo el mundo.

Hace ya casi treinta años, viviendo en Guatemala, se me dio la oportunidad de ir a pastorear una Iglesia en El Salvador. Yo tenía muchos años de ser parte de Ministerios Elim Guatemala. Para ese tiempo que yo fui enviado a El Salvador, ya existía una organización de Iglesias que se llamaban “Elim”, de hecho, en un inicio esta organización fue parte de Elim Guatemala, pero cuando el pastor de Elim El Salvador se separó del Apóstol Ríos (que coordinaba Ministerios Elim Guatemala) él se quedó con el nombre de Elim El Salvador. Por lo tanto, cuando yo llegué a El Salvador, ya no podía usar el nombre “Elim” porque no representaba a la organización que me estaba enviando. Antes de mi llegada a El Salvador, ya habían sido enviados dos hermanos a levantar Iglesias. Uno de ellos usó el nombre de “Nuevo Pacto”, y otro usó el nombre de “Maranatha” para identificar a sus “Iglesias”. Yo llegué a cubrir una de esas Iglesias Maranatha en la ciudad de Santa Ana. Después de un tiempo de estar pastoreando en El Salvador, el hermano Otoniel Ríos me dijo que ya era tiempo de que escogiera un nombre propio para las Iglesias que estaba coordinando. A causa de esto, yo quité el nombre "Maranatha” de las Iglesias (que ya coordinaba en ese tiempo), y en lugar de ello, me dí a conocer con el nombre de “Iglesias de Cristo Rhema”. Años más tarde el Señor me llamó al apostolado, y una de las primeras cosas que entendí es que debía quitarle el nombre “Rhema” a las Iglesias. Entendí que había convertido a las Iglesias en un patrimonio personal, y que eso no era a lo que Dios me había enviado. Así que le quité los rótulos a las Iglesias y nos quedamos sin nombre. Algunos dirán: “Quitarle el Nombre a la Iglesia no es algo tan trascendental”. Yo reto a aquello que digan esto que le quiten el nombre a sus Iglesias y me digan si no será algo trascendental para sus organizaciones. Quitar un rótulo implicó dejar mi visión personal, mis criterios, mi orgullo, mi fama, etc. Hasta ese entonces entendí que un nombre particulariza, nos da una identificación, nos hace creernos especiales, pero lo peor de todo es que nos divide del Cuerpo de Cristo”.

Haber quitado el Nombre a nuestras Iglesias nos brindó apertura al Cuerpo de Cristo. Hoy en día, al menos en nuestro corazón estamos abiertos a cualquier alma que llegue a nuestras Iglesias, independientemente cuál sea su trasfondo religioso. Cuando teníamos un Nombre éramos más clasistas, pues, estábamos pendientes de lo que creían, y lo que no creían los demás. Si nos damos cuenta hasta el día de hoy las Iglesias bautistas no se llevan con las pentecostales, de igual manera los presbiterianos, los luteranos, y cada denominación que existe no tienen comunión con otros que no sean parte de su grupo. Las Iglesias se han convertido en franquicias, y todos compiten por ser mejores que los demás. No debemos menospreciar a ningún miembro del Cuerpo de Cristo, aún así no tengamos la misma doctrina, o no pertenezca a nuestra Iglesia. No estoy diciendo que no debemos darle importancia a la doctrina, pero jamás debe estar por encima de la unidad del Cuerpo de Cristo. En todo caso el espiritual debe soportar al más débil. Dice Romanos 14:1 “Recibid al débil en la fe, pero no para contender sobre opiniones. 2Porque uno cree que se ha de comer de todo; otro, que es débil, come legumbres. 3El que come, no menosprecie al que no come, y el que no come, no juzgue al que come; porque Dios le ha recibido”. No debemos dividirnos por asuntos doctrinales, debemos soportarnos los unos a los otros.

¿Se da cuenta la diferencia que hacen estos pequeños cambios?, ¿Se da cuenta lo insignificante que es el Nombre de una Iglesia, pero a la vez cuánto daño ha causado eso al Cuerpo de Cristo?. He aquí la urgencia que nos apremia por predicar cuán importante es tener una praxis adecuada de Iglesia. Si tenemos la práctica adecuada de Iglesia seremos del agrado del Señor, de lo contrario, estaremos alejados de ser contados entre los vencedores.

La pregunta es: ¿En qué parte del Nuevo Testamento se nos autorizó ponerle Nombre a las Iglesias? ¡No lo encontramos! ¡Fue un invento puro y total de los hombres! Esto no es algo que debemos desestimarlo, todo lo contrario, es necesario saber de dónde surgió esta práctica que hoy en día es de lo más normal.

Si un Nombre nos divide del Cuerpo de Cristo, pues, cambiemos esa práctica. Necesitamos estar integrados a una Iglesia Local, y que ésta esté ligada al Cuerpo místico de Cristo que está en todo el mundo. Una práctica adecuada de nuestras reuniones, según el Nuevo Testamento, es lo que nos da el derecho de llamarnos, o no, Iglesias de Cristo.

Apóstol Marvin Véliz

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